martes, 15 de abril de 2014

COMO APRENDER A SABER CALLAR (TESTIMONIO)


Santiago 3:1-10
3:1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
3:2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3:3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
3:4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
3:5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
3:6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
3:7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
3:8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
3:9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.


COMO APRENDER A SABER CALLAR

Cuán difícil es aprender a callar a veces, y hablar bien cuando sea necesario. Y mucho más cuando tu arma de trabajo ha sido precisamente esta humanamente, hablar mucho, por ser representante o vendedora de algún producto.
Te enseñan y exigen las empresas que aprendas a contrarrestar toda oposición del cliente, en tal de rematar una buena venta, y sabes que aparte de la comida, hacerlo bien te permitirá seguir en la Empresa, así que todos hemos puesto gran empeño en hacerlo bien.
Hace ya años, que no paran de exprimir a los pobres vendedores para que aumenten sus ventas, eso es una verdadera carrera que crean entre compañeros, con premios, halagos, vamos lo que sea, consiguiendo así llevarlos a un "estrés" máximo y al final depresión en muchos casos…
Yo empecé ya utilizando la lengua más de la cuenta, mi primera bofetada en los morritos fue bien pequeña, y creo que la única de mi padre, por una contestación mala (en plan víbora dañina), jamás se me olvidará ni el motivo porque fue.
En el colegio no paraba de hablar y me tuvieron que cambiar de compañera constantemente, a ver si alguna funcionaba, pero acababan hasta hablando las más silenciosas. La directora fue bien clara con mi madre: “no vale para estudiar, será vendedora, se lo puedo asegurar”. No se equivocó, después de probar varias cosas acabé por largos años como representante y creando una pequeña empresa al final.

Para el mundo fue bueno hablar tanto pero en lo espiritual "No valió para nada".
Esta lengua tan afilada, que muchas personas poseemos, abunda más de lo que quisiéramos y puede desembocar en chismosas, murmuradoras, criticonas, liantas etc. etc. Así se hace gran daño en familias, barrios, Iglesias y en muchos casos en el propio hogar, porque no pára la lengua de dañar a los que conviven con ellas/os.
Una lengua incontrolada y suelta, puede traer grandes enemistades y desgracias como ya sabemos, y eso que es bien pequeñita, como el timón de grandes naves contra vientos y tempestades (Santiago 3:4).
Gran poder tiene para el bien y para el mal ¿quién la dominará?, a veces al oírla es como si cientos de demonios, salieran por ella. Muchos se sienten orgullosos, y si lo hacen bien más orgullosos todavía, pero ya sabemos el dicho “quien mucho habla, mucho hierra” (se equivoca).

Pues la verdad a mi me pasaba eso, pero ahora en DIOS, me da pena y tristeza y a veces me pondría un cerrojo o lo que fuera, desearía no saber hablar, y lloro por dentro, porque sin querer sé que he hecho daño a alguien o me lo han hecho a mí, de todo pasa sin duda en el día a día. Tal vez sea para excusarme, pero es verdad, no he ido buscando líos con mi lengua, pero sí, querer tener razón y ser la última en abrir la boca, sí, creo que la tengo, en una conversación o discusión. ¡Y esto va mal!
Jesús calló cuando le provocaron a juzgar a la mujer adúltera, hizo un gran silencio antes de contestar, jugó con la arena y respondió después. Esta es la fórmula indicada, pues cuanto más rápida es la contestación, más equivocada suele ser, pues lleva toda la fuerza de nuestra mente, a no ser que la tengas ya tan dócil y blanca como la de Cristo Nuestro Señor (cosa que dudo).
Muchas veces he pedido a DIOS, ese precioso don de saber callar, pero tal vez EL nos pida ahí un poco de esfuerzo (o mucho más, bien creo), antiguamente se decía “cuenta hasta 10 y responde, cuando estés irritado, así no sale tanta ira”.
Dichoso el varón que no ofende en palabra, este es varón perfecto capaz también de refrenar todo su cuerpo. (Santiago 3:4). Menudo fuego que lleva, bendice a DIOS y maldice al hombre (Santiago 3:9).

Pues eso no debería ser así, y aunque Santiago no da muchas esperanzas, pienso que debemos orar y orar para conseguir frenar nuestras lenguas, y si es preciso, confesarlo ante hermanas en la fe , sin vergüenza, y juntas interceder hasta llegar a ser una sola fuente trasparente y cristalina cuando abramos la boca ante los demás. Siempre en positivo y hablando lo bueno. AMEN.

(Testimonio Anonimo)

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