jueves, 25 de septiembre de 2014

ES TIEMPO DE REVISION Y CONVICCION

Recuerdo de pequeño que uno de los regalos de moda en mi infancia era tener una bicicleta. El solo pedalear por la acera de la casa era una señal que iba creciendo y me estaba volviendo “grande”. Esa prueba de grandeza se comprobaba cuando ya era posible sacar la “bici” y darle la vuelta a la manzana. Ese día sí que era grande. Ya no dependía de las “rueditas” sino en el balance para recorrer el trayecto con toda la velocidad posible. Una navidad, recibí el tan valioso regalo que esperaba, una bicicleta "usada" que solo frenaba al girar los cambios hacia atrás. Ahí fue mi comienzo, pero siempre dependía de las “rueditas” que no me dejaban comprobar cuán grande yo era. Al tiempo, cuando finalmente pude balancearme y correr sin las “rueditas”, la prueba de fuego era usar la BMX de mis tios.

Ese día, me escondí y sin que nadie se diera cuenta tomé la bicicleta de mi tío y me fui para darle finalmente la vuelta a la manzana. Cuál fue mi sorpresa cuando vi que no necesitaba asistencia y que podía correr sin miedo. Mientras más rápido corría, más me emocionaba, hasta que me percaté que los frenos de la bicicleta de mi tio no funcionaban y me lancé al suelo enfrente de mi casa con sendos golpes en mis piernas. Corrí y disfruté, pero salí herido.

Así suele ser en los ministerio. Las dinámicas que ocurren alrededor de la vida de líder están llenas de muchos eventos que traen alegría, preocupación, miedo, dolor, expectación, esperanza y por qué no negarlo también, frustración. Nos mueve la emoción del momento pero ignoramos los fundamentos que nos puede lastimar en el camino. Son demasiadas los sucesos que nos llevan a compararnos con el otro sin apreciar las virtudes que posee.

Este desafío debe llevarnos a plantear cual es el cimiento de nuestra motivación con las personas. Esos pensamientos de simplemente trabajar con ellos porque no hay nadie más que se encargue o que simplemente no hay nadie que lo quiera hacer, es el inicio de un precipicio que anticipa una misión suicida que no desarrolla posibilidades de esperanza en una generación que grita desesperadamente por más que dirección, acompañamiento.

El trabajar en la obra de Dios está llamado a escoltar a cada creyente en todas las situaciones complejas que les irrumpen y desconocen cómo salir de ellas sin ayuda. Dios nos llama y nos reclama un tiempo de atención con esta generación sin dar espacio a condiciones para estar junto a ellos. La misión de servir a la nueva generación que va emergiendo cada vez exige fidelidad a pesar de las múltiples ocasiones que las acciones de sus decisiones hieran nuestro corazón. Más que una función es un llamado de servir, amar, proteger, formar, sanar, levantar, inspirar y sembrar lo que Jesús tanto modeló en su caminata por nuestra tierra.

No hay porque pensar que se trata largas distancias recorridas que en ocasiones dejan muchas heridas, sino de tiempos gratos de compañía que pueden propagar largas jornadas de alegría en las personas. Mientras muchos medios y campañas comerciales dibujan sonrisas, nuestra responsabilidad es sembrar esperanza en los corazones que brotan sonrisas, canciones, vocaciones y celebraciones que no se reducen a una fecha particular sino al carácter de la vida que manifiesta el carácter de Cristo en su vida.

Mientras buscamos maneras de ser efectivos en nuestro desempeño, solemos mirar en los números y eventos donde radica el éxito de lo que hacemos. Nos olvidamos que lo fundamental se basa en quienes y no en cuantos. Lo esencial se desprende del carácter y no del carisma. Que alegría no se basa en enseñar la dentadura sino en el corazón abrazado con dosis de cariños que se han perdido. En esa resistencia es que somos llamados a una gestión que todos aportan desde las gradas, pero que muy pocos se ocupan en las vidas. Los jóvenes y adolescentes de nuestra tierra necesitan más que modelos, autoridades y dirigentes, necesitan carácter de liderazgo que les pueda servir de inspiración. Por eso queremos hacer revisión de lo que hemos hecho en este tiempo para un nuevo tiempo de proyección.

En los pasados años hemos hablado de lo importante de profundizar en nuestra relación con los chicos. También hemos enfatizado en programación equilibrada que considere todas las áreas de su vida, hemos llamado a sincronizar los esfuerzos con padres, organizaciones comunitarias y otros ministerios como un espacio de consolidar esfuerzos hacia la vida y hemos procurado en que hay promover vida abundante de Cristo para que se encuentren como dadores de vida. Queremos estimular una visión clara del llamado de Dios para esta generación. Tú y yo hemos sido llamados a darnos por cada joven y adolescente. No podemos lanzarnos sin frenos meramente con la idea de celebrar la emoción. Estamos llamados una visión que más que información y gestos vagos de formación, provoquemos a una transformación de nuestra generación a través de un testimonio vivo. Es necesario que Dios nos toque y nos reenfoque. En Marcos 8:25 lo leemos así: Entonces le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y el ciego fue curado: recobró la vista y comenzó a ver todo con claridad.

Es nuestro deseo que este devocional te permita recuperar la visión perdida y afinar la visión desgastada. Dios nos ha convocado a ver y ser transformados.

¡Adelante! Es tiempo de revisión.

BENDICIONES

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