12 No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. 13 No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así 14 avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús. Filipenses 3:12-14
En el pasado de todo líder hay fracasos, pero también hay éxitos. Si llevás cierto tiempo en el ministerio, sabés de cosas que salieron bien, y cosas que salieron mal. Seguramente estarías de acuerdo conmigo en que normalmente pensamos que los fracasos del pasado no deben determinar nuestro futuro, pero ¿Las victorias sí lo determinan? Pablo escribe este texto considerando tres temporalidades: el pasado (tiempo de éxitos y fracasos), el futuro (tiempo que aún no ocurrió, pero que soñamos, anhelamos, y esperamos) y el presente. Cuando los líderes viven en el futuro, se enfocan en los sueños, lo que Dios hará, lo que Dios puede hacer, pero muchas veces desconectan lo que sueñan de lo que están haciendo hoy. Cuando los líderes viven en el pasado, creen que los resultados de su trabajo serán malos si tienen un historial de fracasos, o serán buenos si tienen un historial de éxitos. Pablo dice que al pasado se lo debe “olvidar” y al futuro se lo debe “mirar fijamente”, pero con los pies en la tierra (otra versión dice “extenderse”, sería como estirarse hacia allá). Un liderazgo “presentista” es uno que entiende que la única cosa que conecta el pasado con el futuro es el carácter, eso que se forma de victorias y derrotas, de experiencias y conocimientos, y que nos permite tener en el presente una nueva oportunidad de servir, con más conocimientos, experiencias y recursos que antes. Las cosas que salieron mal en el pasado no determinan el presente de un líder si éste ha formado su carácter a través de esas experiencias; tampoco las victorias. Como se dice en el fútbol, todos los partidos hay que jugarlos, las victorias anteriores no nos dan la victoria en el presente, sólo el carácter que dichas experiencias hayan formado en nosotros.
El liderazgo, entre miles de definiciones conocidas y por conocer, es una “actualización del carácter”, una apelación a eso que el pasado dejó en nosotros. Y este momento, en el que seguro estás planificando, orando, y craneando tu año ministerial, es ideal para que te pongas en la sintonía correcta: no desalentarte por lo que no salió como esperabas; tampoco apelar a tus trofeos y éxitos pensando que eso te dará el éxito en lo que viene. Tenés que salir a la cancha de nuevo, con lo que tienés, y tu fe en Dios, para todo lo que sigue. Te propongo algo interesante: releé las historias de los líderes de la Biblia en esta clave: actualizar el carácter y renovar la confianza en Dios; no apelar a lo que falló, tampoco a lo que Dios hizo antes en ellos como una garantía de que sin importar lo que hicieran, Dios lo haría igual. Igual que vos y que yo, ellos tuvieron que actualizar en el presente su carácter formado con las experiencias del pasado, renovar su fe, y extenderse así a lo que venía por delante.
Hacé este ejercicio: pensá qué cosas tu experiencia como líder ha dejado en tu carácter, que te permita pensar que, con la ayuda de Dios, estás listo/a para jugar nuevos partidos, y tener nuevas victorias. No lo olvides:
1. Lo que salió mal ayer puede salir mal hoy si no aprendimos.
2. Lo que salió bien ayer puede salir mal hoy si no aprendimos.
Todo eso que aprendimos viaja en nosotros y nos hace mejores socios del Creador en cumplir sus planes en nuestras iglesias. Que en este año veas cómo tu Padre Celestial engrosa y afirma tu carácter como líder.
BENDICIONES |
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