sábado, 11 de octubre de 2014

Un bello matrimonio



A todos nos gusta soñar con un matrimonio bello y feliz. Pero para demasiada gente la realidad termina con el sueño. Su matrimonio se vuelve en un mundo de caras tristes y palabras agudas.

¿Ha visto usted un matrimonio bello, en que el marido y su mujer viven contentos en armonía, complaciendo el uno al otro? ¿Existen tales matrimonios?

Si, existen, pues los he visto.

En un mundo de matrimonios fracasados y familias hundidas en tristeza…

¿Cómo se puede tener un matrimonio bello?

En el principio del mundo Dios creó a un hombre y una mujer, Adán y Eva. Entre ellos Dios formó una relación especial—un matrimonio. Esta primera pareja gozó de un matrimonio bello en el huerto de Edén.

¿Por qué era bello ese primer matrimonio?

Porque Dios había planeado que fuera bello, y Adán y Eva siguieron ese plan. Así su matrimonio era lleno de gozo y satisfacción.

Para que los esposos de todo tiempo supiesan cómo lograr un matrimonio bello, Dios estableció leyes para el matrimonio y las reveló en la Biblia.

Para realizar un matrimonio bello, hay que seguir esas leyes.

1. La ley fundamental del matrimonio. Dijo Dios: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2.24). El hombre—sólo uno. Su mujer—sólo una. El matrimonio une a un solo hombre con una sola mujer.


2. La ley de la fidelidad. De la esposa Dios dice: “Si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera” (Romanos 7.3). Y al esposo dice: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5.28).

Entre los cónyuges las relaciones sexuales son buenas. Pero solo ahí. Si los casados tienen relaciones sexuales fuera del matri­monio, o si tienen fantasías de tales relaciones, traen sobre su matrimonio sospecha y culpa. Y quedan condenados por Dios (Gálatas

5.19—21).


3. La ley del amor y respeto. Dios nos dice cuáles actitudes debemos tener para con nuestro cónyuge. Dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Efesios 5.25). Y: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos” (Efesios 5.22). Dios planeó que el marido dirigiera en el hogar (1 Corintios 11.3). Pero no debe dominar ásperamente a su esposa, sino debe amarla con cariño (Colosenses 3.19). Dios planeó que la esposa se sometiera a su marido, confiando en su liderazgo.


4. La ley de la permanencia del matrimonio. Dios dijo: “La mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido” (Romanos 7.2). El enlace matri­monial dura hasta que o el marido o la mujer muera.

¿Qué del matrimonio en que solo uno de los cónyuges es creyente? Tal matrimonio también dura para toda la vida. Dios dice: “Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone” (1 Corintios 7. 12-13).

Aun el matrimonio de los incrédulos dura para toda la vida. En Marcos 6.18 Juan el bautista dijo a Herodes: “No te es licito tener la mujer de tu hermano [Felipe]”. Juan sabía que el matrimonio de Felipe y su mujer era vigente aunque los dos eran incrédulos.

Cuando dejamos las leyes de Dios

A muchos no les gustan las leyes de Dios sobre el matrimonio. Las encuentran muy restrictivas y las dejan para seguir sus propios deseos.

Una pareja pierde el respeto el uno para el otro, y así quebranta la ley del amor y respeto. Un hombre se divorcia de su cónyuge, y así viola la ley de la permanencia del matrimonio. Una mujer, mientras trabaja su esposo, sale con otro hombre, y así viola la ley de la fidelidad.

Pero les llegan problemas. En lugar de respeto, hay pleitos. En lugar de satisfacción, hay codicia. En lugar de compañerismo, hay silencio.

¿Por qué?

Porque han dejado las leyes de Dios. Hasta el fin del mundo, los esposos que cumplen las leyes de Dios vivirán contentos en su hogar, y los que desobedecen sus leyes tendrán problemas y más problemas.

Dejar las leyes de Dios trae los pleitos que resuenan en muchos hogares.

Dejar las leyes de Dios trae tristeza al cónyuge desamparado.

Dejar las leyes de Dios trae hambre al niño abandonado por su papa o mama.

Dejar las leyes de Dios trae enfermedades como el SIDA.

Dejar las leyes de Dios trae a muchas mentes la pregunta: ¿Cómo puedo remediar mí situación?

La solución para problemas matrimoniales

El problema: Un hombre tiene otras mujeres más que su legítima esposa. Muchas veces su esposa pasa la noche a solas sin dormir, ansiosa por lo que hace su esposo.

La solución: según las leyes de Dios hay sólo una solución: Este hombre tiene que arrepentirse de su pecado y dejar a las otras mujeres. Según las leyes de Dios su relación con esas mujeres es adulterio.


El problema: La esposa no se lleva bien con su esposo. Dice que él no sabe manejar el dinero. Se queja cuando él le manda a quedarse en casa, pero él mismo se pasea por la vecindad hora tras hora. La vecina le dice a la esposa que ha llegado el tiempo de conseguir un divorcio.

La solución: No debe conseguir un divorcio, pues según las leyes de Dios el matrimonio es para toda la vida. La solución que sirve se encuentra en estas palabras: “Vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (1 Pedro 3.1).


Cuando seguimos la voluntad de Dios encontramos satisfacción y gozo. Cuando hemos seguido Su voluntad desde nuestra juventud, ¡cuán bello será nuestro matrimonio!

Pero no todos hemos seguido la voluntad de Dios. Nuestros pecados pasados, o los pecados de nuestro cónyuge, pueden manchar la belleza de nuestro matrimonio. A pesar de esto, si entregamos nuestras vidas a Dios, él nos dará el poder que necesitamos para seguir desde hoy su voluntad para nuestro matrimonio. Y si seguimos sus leyes, nuestro matrimonio será para su gloria.

Y un matrimonio que glorifica a Dios es un matrimonio bello.

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