A 
todos nos gusta soñar con un matrimonio bello y feliz. Pero para demasiada gente 
la realidad termina con el sueño. Su matrimonio se vuelve en un mundo de caras 
tristes y palabras agudas.
¿Ha 
visto usted un matrimonio bello, en que el marido y su mujer viven contentos en 
armonía, complaciendo el uno al otro? ¿Existen tales 
matrimonios?
Si, 
existen, pues los he visto.
En 
un mundo de matrimonios fracasados y familias hundidas en 
tristeza…
¿Cómo se puede tener un matrimonio 
bello?
En 
el principio del mundo Dios creó a un hombre y una mujer, Adán y Eva. Entre 
ellos Dios formó una relación especial—un matrimonio. Esta primera pareja gozó 
de un matrimonio bello en el huerto de Edén.
¿Por qué era bello ese primer 
matrimonio?
Porque Dios había planeado que fuera bello, y Adán y Eva 
siguieron ese plan. Así su matrimonio era lleno de gozo y 
satisfacción.
Para que los esposos de todo tiempo supiesan cómo lograr 
un matrimonio bello, Dios estableció leyes para el matrimonio y las reveló en la 
Biblia.
Para realizar un matrimonio bello, hay que seguir esas 
leyes.
1. 
La ley fundamental del matrimonio. Dijo Dios: “Dejará el hombre a su 
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 
2.24). El hombre—sólo uno. Su mujer—sólo una. El matrimonio une a un solo hombre 
con una sola mujer.
2. 
La ley de la fidelidad. De la esposa Dios dice: “Si en vida del marido se 
uniere a otro varón, será llamada adúltera” (Romanos 7.3). Y al esposo dice: 
“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su 
corazón” (Mateo 5.28).
Entre los cónyuges las relaciones sexuales son buenas. 
Pero solo ahí. Si los casados tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio, 
o si tienen fantasías de tales relaciones, traen sobre su matrimonio sospecha y 
culpa. Y quedan condenados por Dios (Gálatas
5.19—21).
3. 
La ley del amor y respeto. Dios nos dice cuáles actitudes debemos tener 
para con nuestro cónyuge. Dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Efesios 
5.25). Y: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos” (Efesios 5.22). Dios 
planeó que el marido dirigiera en el hogar (1 Corintios 11.3). Pero no debe 
dominar ásperamente a su esposa, sino debe amarla con cariño (Colosenses 3.19). 
Dios planeó que la esposa se sometiera a su marido, confiando en su 
liderazgo.
4. 
La ley de la permanencia del matrimonio. Dios dijo: “La mujer casada está 
sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella 
queda libre de la ley del marido” (Romanos 7.2). El enlace matrimonial dura 
hasta que o el marido o la mujer muera.
¿Qué del matrimonio en que solo uno de los cónyuges es 
creyente? Tal matrimonio también dura para toda la vida. Dios dice: “Si algún 
hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la 
abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en 
vivir con ella, no lo abandone” (1 Corintios 7. 12-13).
Aun 
el matrimonio de los incrédulos dura para toda la vida. En Marcos 6.18 Juan el 
bautista dijo a Herodes: “No te es licito tener la mujer de tu hermano 
[Felipe]”. Juan sabía que el matrimonio de Felipe y su mujer era vigente aunque 
los dos eran incrédulos.
Cuando dejamos las leyes de Dios
A 
muchos no les gustan las leyes de Dios sobre el matrimonio. Las encuentran muy 
restrictivas y las dejan para seguir sus propios deseos.
Una 
pareja pierde el respeto el uno para el otro, y así quebranta la ley del amor y 
respeto. Un hombre se divorcia de su cónyuge, y así viola la ley de la 
permanencia del matrimonio. Una mujer, mientras trabaja su esposo, sale con otro 
hombre, y así viola la ley de la fidelidad.
Pero les llegan problemas. En lugar de respeto, hay 
pleitos. En lugar de satisfacción, hay codicia. En lugar de compañerismo, hay 
silencio.
¿Por qué?
Porque han dejado las leyes de Dios. Hasta el fin del 
mundo, los esposos que cumplen las leyes de Dios vivirán contentos en su hogar, 
y los que desobedecen sus leyes tendrán problemas y más 
problemas.
Dejar las leyes de Dios trae los pleitos que resuenan en 
muchos hogares.
Dejar las leyes de Dios trae tristeza al cónyuge 
desamparado.
Dejar las leyes de Dios trae hambre al niño abandonado 
por su papa o mama.
Dejar las leyes de Dios trae enfermedades como el 
SIDA.
Dejar las leyes de Dios trae a muchas mentes la 
pregunta: ¿Cómo puedo remediar mí situación?
La solución para problemas 
matrimoniales
El 
problema: Un hombre tiene otras mujeres más que su legítima esposa. Muchas veces 
su esposa pasa la noche a solas sin dormir, ansiosa por lo que hace su 
esposo.
La 
solución: según las leyes de Dios hay sólo una solución: Este hombre tiene que 
arrepentirse de su pecado y dejar a las otras mujeres. Según las leyes de Dios 
su relación con esas mujeres es adulterio.
El 
problema: La esposa no se lleva bien con su esposo. Dice que él no sabe manejar 
el dinero. Se queja cuando él le manda a quedarse en casa, pero él mismo se 
pasea por la vecindad hora tras hora. La vecina le dice a la esposa que ha 
llegado el tiempo de conseguir un divorcio.
La 
solución: No debe conseguir un divorcio, pues según las leyes de Dios el 
matrimonio es para toda la vida. La solución que sirve se encuentra en estas 
palabras: “Vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que 
también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta 
de sus esposas” (1 Pedro 3.1).
Cuando seguimos la voluntad de Dios encontramos 
satisfacción y gozo. Cuando hemos seguido Su voluntad desde nuestra juventud, 
¡cuán bello será nuestro matrimonio!
Pero no todos hemos seguido la voluntad de Dios. 
Nuestros pecados pasados, o los pecados de nuestro cónyuge, pueden manchar la 
belleza de nuestro matrimonio. A pesar de esto, si entregamos nuestras vidas a 
Dios, él nos dará el poder que necesitamos para seguir desde hoy su voluntad 
para nuestro matrimonio. Y si seguimos sus leyes, nuestro matrimonio será para 
su gloria.
Y 
un matrimonio que glorifica a Dios es un matrimonio bello.
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