Ser esposos en
su propio hogar. ¡El anhelo de casi todo joven y jovencita! Cuando yo me
case, tendré con quien compartir todos mis gozos y mis tristezas. Daré mi amor a
mi cónyuge y sacrificaré mi todo para su bienestar. Tendremos un hogar donde se
podrá sentir la mera presencia de Dios. Nuestro hogar será un cielo
pequeño.
¡Qué sueños
más bonitos! ¡Qué metas más nobles! Y sí, cuán alcanzables.
Pasan diez
años. El sueño ya se ha realizado... por lo menos, ya están casados.
Pero para
muchos, ahí se termina la realización del sueño. Están casados, sí, pero su
hogar se parece más a un infierno pequeño que a un cielo pequeño. ¡Qué
desastre!
La vida
matrimonial, ¿un cielo pequeño o un infierno pequeño? Depende. Depende de los
esposos. Dios les ha otorgado la responsabilidad de escoger cómo será su vida
matrimonial.
Su felicidad
no depende de las condiciones que les rodeen. No importa si sean pobres o si
sean ricos. No importa si todo les vaya bien o si todo les salga mal. No
importa... los esposos son responsables para escoger. ¿Seguirán los principios
de amor y humildad? ¿O buscarán sus propios deseos egoístas? Si hacen éste, su
hogar será un infierno pequeño. Pero si hacen aquello, su hogar será bendito de
Dios, un cielo pequeño aquí en la tierra!
En este libro
verás cómo practicar el amor verdadero y la humildad con tu cónyuge. ¿Qué debes
hacer cuando los dos quieren comerse el hígado del pollo? ¿Cómo vas a gastar el
dinero que tienen a mano: ¿un sombrero nuevo para él, o una olla nueva para
ella? ¿Debo obedecer a mi esposo si él no sigue a Cristo?
Ojalá que al
estudiar este libro Dios te hable y te enseñe cómo cumplir su plan magnífico en
cuanto al matrimonio, ¡en cuanto a tu matrimonio!
Ajustes y problemas: o
dividen o
unen
¡Qué
diferente! Ayer era novio; hoy soy esposo. Ayer aún existía la posibilidad de
perderla a otro hombre; hoy se acabó la conquista. Ayer veía las cosas desde el
punto de vista masculino; hoy tengo que verlas desde el punto de vista femenino
también. Ayer no me era lícito tocarla íntimamente; hoy las relaciones íntimas
son honrosas. Ayer era responsable por mí mismo; hoy soy responsable por
nosotros. Ayer la veía a su mejor; hoy la veo como es normalmente. Ayer podía
ocultar mis malos hábitos; hoy será más difícil. Ayer vivía en sueños; hoy
empieza la realidad. Ayer era soltero; hoy me casé. ¡Qué
diferente!
Cuando un
hombre y una mujer entran en una relación tan íntima como el matrimonio,
descubren miles de ajustes y problemas. Las razones varían. Ya que no son del
mismo sexo, tienen distintas reacciones, ideas, emociones, valores, ambiciones y
deseos. Y ya que vienen de dos familias distintas, se aumentan las
diferencias... diferencias económicas, escolares, religiosas. ¡Y así llegamos a
los miles de ajustes y problemas!
A veces los
novios enamorados son ciegos a tales cosas y dicen: “Estoy seguro de que muchas
parejas pasan por problemas y ajustes difíciles cuando se casan. ¡Pero nosotros
no!”
Pero el casado
a veces se pregunta: “¿Cómo pude ser tan ingenuo? ¡Y nadie me lo advirtió... o
sea que no le creí! Y ahora, ¿qué haremos?”
No existe otra
relación que demande de los participantes ajustes tan repentinos y grandes. Con
razón tantos matrimonios fracasan de una manera u otra. Y si tú no logras hacer
estos ajustes en una manera madura y sana, tu matrimonio también será un
desastre. El matrimonio exitoso es así porque los cónyuges se esfuerzan por
comunicarse, y por ser pacientes, amorosos, humildes, y generosos. Los ajustes
bien logrados ayudan a formar un matrimonio sólido y satisfactorio.
Diferencias. O
destruirán el matrimonio o lo enriquecerán. Lo interesante es que en gran manera
el resultado depende de la pareja. Depende de cómo reaccionan a sus
problemas.
Veamos ocho
ajustes y dificultades que pueden producir desacuerdos en cualquier matrimonio.
Veamos cómo los cónyuges pueden salir de tales desacuerdos con una relación más
rica y que agrada a Dios.
Todos
acostumbramos a pensar en nosotros mismos. Todos planeamos nuestras vidas para
nuestro propio bien. Todos por naturaleza somos egocéntricos. Pero en el
matrimonio, tenemos que cambiarnos. De repente, ya no soy yo, sino
nosotros. Qué raro. ¡Y qué difícil!
Ayer, si me
daba la gana, salía de compras o me recostaba a leer un libro. Ayer, si yo
quería, cambiaba de trabajo o no me afeitaba. Ayer, según mi antojo, compraba
una Pepsi o me paseaba todo el día con mis amigos. Ayer, conforme a mis
emociones, tocaba himnos en la grabadora o me iba solo al monte. Ayer. Pero, ya
no soy yo, sino nosotros. Qué raro. ¡Y qué
difícil!
Creo que éste
es el ajuste principal. Si lo logramos, los demás ajustes serán más fáciles.
Tengo que cambiar los pensamientos de lo que yo quiero a lo que ella quiere.
Ella tiene que cambiar los pensamientos suyos de lo que ella quiere a lo que yo
quiero. Y juntos debemos buscar lo que sea bueno y provechoso para
ambos.
La Biblia dice
que Dios toma a dos y los une en uno. Esto significa que ya no debo vivir para
el bien mío, sino para el bien nuestro. Significa que mi vida queda
enredada con la vida de mi esposa. Nuestras vidas son para compartir entre
nosotros. Debemos fomentar entre nosotros una comunicación que sobrepasa la que
tengamos con cualquier otra persona.
Todo esto
tiene efectos tremendos en nuestras vidas. Yo ya no paso tantas horas con mis
amigos. Ya no salgo para pasearme solo tanto como antes. No es que por ser
casado ya no me gustan esas cosas, sino que ahora me es más importante mi
relación con mi esposa. Y ella me ha puesto a mí y a nuestra relación en una
posición semejante.
Y ¿qué de los
libros y la grabadora? El mismo principio rige. Hay ocasiones cuando quisiera
leer, pero ella necesita de alguien con quien platicar o de alguien que le ayude
a tender la ropa. Entonces no leo.
De vez en
cuando se me antoja escuchar himnos en la grabadora. Pero ¿qué hago si mi esposa
quiere escuchar un mensaje o quiere que vaya a comprar harina? ¿o si sólo quiere
silencio en ese momento? Por amor a ella e interés en nosotros, no
escucho los himnos.
“¿Para dónde
vas?” “¿Qué estás pensando?” “¿De dónde vienes?” “¿Por qué hiciste esto?” “¿Con
quién platicaste?” “¿Qué hiciste hoy?” “¿Cuándo vas a volver?” “¿Qué piensas
hacer hoy?” “¿Qué te dijo fulano?”
Me imagino que
fueron tales preguntas que le impulsaron a un amigo mío a preguntar: “¿Por qué
son las esposas tan entrometidas en los negocios de sus
esposos?”
Francamente,
tales preguntas no deben ser necesarias muchas veces. Los cónyuges deben
compartir sus vidas el uno con el otro. Deben compartir sus planes, sus
pensamientos y sus experiencias. Si mi esposa siempre tiene que hacerme tales
preguntas, o si yo las tengo que hacer a ella, entonces hemos fallado en
funcionar como nosotros. Siendo que ahora somos uno, ambos tenemos
derecho a todo lo del otro.
El ajuste de
yo a nosotros requiere tanto un cambio de punto de vista como un
cambio de vida. No es fácil, pero sí es posible. Te sugiero tres cosas que
ayudan en esto grandemente: la ayuda de Dios, un noviazgo bien fundado, y el
amor.
La ayuda de Dios
Cualquier
matrimonio puede ser feliz, exitoso, y lleno de nosotros. Aun el
matrimonio pagano. Pero la abundancia matrimonial en todos sus aspectos
pertenece sólo a aquellos cónyuges que conocen a Dios. Para lograr el ajuste de
yo a nosotros, busca la ayuda de Dios. Él puede hacer los cambios
fundamentales en el corazón. Él se especializa en cambiar puntos de vista y
propósitos de vida.
Un noviazgo bien fundado
Si tú aún no
te has casado, entonces hay algo que puedes hacer antes de casarte. Dale a tu
noviazgo un fundamento bueno y sólido. El ajuste a nosotros les es cosa
más fácil a aquellos que han practicado el concepto de nosotros en el
noviazgo. En cambio muchas parejas, en su mismo noviazgo, hacen difíciles los
ajustes que vendrán después.
¿Te suena
raro? Déjame explicar. Se enamoran en un sentido físico, nada más. Se conocen
muy poco en el aspecto espiritual. Se casan. ¡Pún! A las pocas semanas (o días,
quizás) descubren que se casaron con un desconocido. A tales los ajustes les son
difíciles, y a veces hasta imposibles si no vuelven a Dios para hallar la
solución para su dilema.
El amor
¿Te parece
extraño que hablo del amor al hablar de los ajustes? ¿Sabes que muchos se casan
sin conocer el amor verdadero? ¡Es cierto! Cada uno se ocupa tanto con yo
que no tiene tiempo de preocuparse con la otra persona. Su relación se basa en
lo que cada uno puede conseguir del otro. Aun los favores que hacen el uno para
el otro los hacen para conseguir algo para sí mismos.
El amor
verdadero se interesa en el bien del otro, sin buscar provecho personal. Medita
en estos pasajes bíblicos que pintan un paisaje del amor
verdadero.
“Las muchas
aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” (Cantares
8.7).
“Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan
15.13).
“El amor
sea sin fingimiento” (Romanos 12.9).
“El amor no
hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos
13.10).
“El amor es
sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se
envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1
Corintios 13.4–8).
“Todas
vuestras cosas sean hechas con amor” (1 Corintios 16.14).
“Servíos
por amor los unos a los otros” (Gálatas 5.13).
“Con toda
humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en
amor” (Efesios 4.2).
“El que no
ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan
4.8).
Si nos hemos
criado en un hogar normal, siempre nos hemos considerado hijos de papá y de
mamá. Desde niño hemos vivido bajo su mando. Hemos ido con ellos al trabajo, al
culto, o para visitar en otro pueblo. Al crecer, poco a poco hemos obtenido
cierto grado de independencia. Pero muchos hemos seguido viviendo en la misma
casa con nuestros padres, comiendo la misma comida, platicando los mismos
temas... hasta casarnos.
Todo esto es
bueno. Dios lo diseñó para nuestro bien. Pero según dice Dios, cuando nos
casamos, esta relación se tiene que cambiar. En la Biblia Dios nos da una
instrucción en cuanto a este cambio. La da no sólo una vez, sino cuatro
veces:
“Por tanto,
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una
sola carne” (Génesis 2.24). (Ve también Mateo 19.5, Marcos 10.7 y Efesios
5.31.)
¿Qué querrá
decir Dios con tal instrucción?
Creo que aquí
Dios describe el inicio de una nueva relación entre hijos y padres. Esta
relación se suma con una palabra: separación. Enfocaremos cuatro aspectos
de la separación entre los casados y sus padres.
Separación física
La pareja
recién casada establece su propio hogar en su propia casa o habitación. No
importa tanto cuánta distancia haya entre la casa de la pareja y la casa de sus
padres. Lo importante es que vivan aparte.
Separación económica
El nuevo
esposo se vuelve el único sostén de su esposa. Los padres ya no se ven obligados
a proveer a las necesidades materiales de la pareja. Algunos padres usan el
dinero y las cosas materiales para controlar a sus hijos casados. La pareja
recién casada debe tratar de evitar este problema. La mejor manera es que el
esposo trabaje para sostener a su familia, y que él, con la ayuda de su esposa,
haga las decisiones económicas. No digo que la pareja ya no debe pedir consejos
de sus padres en cuanto a asuntos económicos. Pero deben tener cuidado de no
depender de sus padres económicamente.
Separación emocional
Tanto el
marido como la mujer debe comprender que su matrimonio importa más que los lazos
emocionales que les unen a sus padres. Cuando haya conflictos en tu matrimonio,
¡no corras a casa a quejarte a tu mamá! Te aseguro que si tu cónyuge se entera
de tus “llantos” con ella, tus problemas matrimoniales sólo aumentarán. Sin
embargo, no digo que ahora deben pasar por alto a sus padres, ni que se deben
olvidar de ellos. Aún deben disfrutar de la amistad y los consejos de sus
padres. Por esto es bueno visitarlos regularmente, juntos.
Separación pública
El dejar el
hogar de los padres debe ser un acto atestiguado por la comunidad y las
autoridades. El hombre y la mujer públicamente hacen votos de fidelidad y
lealtad. Prometen ser fieles el uno al otro durante toda su vida. Se comprometen
para una tarea de toda la vida, y así inician la nueva
familia.
Si los casados
fallan en obedecer el mandato de Dios de dejar padre y madre, descubrirán una
gran fuente de problemas, desacuerdos y tristezas. ¿Encuentras en lo siguiente
algo que describa tu matrimonio?
• Tus suegros
controlan a tu marido porque ustedes dependen de ellos
económicamente.
• Hoy en la
mañana le dijiste a tu esposa que ella no sabe limpiar la casa tan bien como tu
mamá.
• Ayer le
dijiste a tu esposo que él no es tan trabajador y considerado como tu papá.
• Mientras tu
esposa se queda en casa con los niños, tú pasas la hora de la siesta en un catre
en el patio de tus padres.
• Tú corres a
llorarle a tu mamá cuando tú y tu esposo tienen desacuerdos.
• Ayer tu
esposa tuvo un desacuerdo con tu mamá y tú apoyaste a tu mamá.
• Te pasas la
mayoría de tus días en la casa de tu mamá y no estás en casa cuando llega tu
marido del trabajo.
Si tú y tu
cónyuge han descuidado de dejar a sus padres en algunas de estas áreas, sin duda
les ha traído desacuerdos, tensión emocional y tristeza. Ahora ¿qué deben
hacer?
Reconozcan que no han obedecido fielmente el mandato de Dios
de dejar padre y madre. Confiesen sus errores el uno al otro, pidiendo
perdón. Explíquenles a sus padres que estarán esforzándose por hacer las
cosas en una manera más bíblica. Pídanles su apoyo en esto. Dejen a sus
padres en las maneras detalladas en esta sección.
“Cuando
todavía estábamos noviando, José siempre quería hacerme favorcitos. Suplía mis
necesidades antes de que me diera cuenta de que faltaba algo; pero ya no. En
aquel entonces, platicábamos mucho; ahora casi nada. Me gustaba más nuestra
relación cuando éramos novios.”
¿Te suena
conocido ese refrán? Es un problema común.
¿Por qué ha
pasado así con estos novios?
Porque se ha
acabado la conquista.
Y ¿no hay
solución?
Claro que sí.
Es tiempo de olvidar a yo, y volver a tú y nosotros. Es
tiempo de reconocer que el amor, el romance, y el respeto no son sólo para los
novios. Es tiempo de comprender que retener el amor y la estima del cónyuge
requiere tanto esfuerzo como ganarse al cónyuge en primer
lugar.
Se requiere
diligencia y bastante trabajo hacer arder una gran fogata, pero una vez que esté
ardiendo, ¿ya se acabó el trabajo? ¡No! Ahora se requiere bastante esfuerzo para
mantener el fuego, para que no se apague.
Joven, antes
temías que tu novia te dejara; por eso te comportabas en la mejor manera
posible. Pero ahora que es tu esposa, tu buen comportamiento se va volando.
Señorita,
antes temías que tu novio eligiera a otra señorita; por eso siempre te
presentabas en tu mejor aspecto. Pero ahora que es tu marido, esas cosas no te
parecen tan importantes.
Ahora tienen
que reconocer que el noviazgo no es una relación normal. En el noviazgo los dos
tratan de mostrar solamente lo bueno que son. Después de la boda la vida se
vuelve más normal y rutinaria... y entonces es imposible seguir ocultando sus
hábitos negativos.
¿Cómo puedo
ganar a mi cónyuge hoy? Si tú te haces esta pregunta cada día, descubrirás
muchas oportunidades para ser de bendición, ánimo y alegría a tu cónyuge. Y
también disfrutarás de lo mismo para ti.
Ella prefiere
tortillas de harina; él, de maíz. A él le gustan los huevos estrellados; a ella
le caen mejor revueltos. A ella le encanta salir a visitar; a él le gusta
quedarse en casa. Él acostumbra acostarse temprano; ella nunca se acostaba antes
de las once. A ella le gusta el té; a él le encanta el café.
O tal vez los
dos tienen los mismos gustos, pero sólo uno puede gozar de ellos a la vez. Los
dos siempre se sentaban en la silla mecedora. Él solía llevar la grabadora al
trabajo, pero a ella siempre le gustaba escucharla mientras hacía los quehaceres
en casa. En sus familias propias, ellos eran los únicos que se comían el hígado
cuando comían pollo.
Hay una manera
fácil y muy común para solucionar estos problemitas. Siendo el esposo el jefe
del hogar, él insistirá en tortillas de maíz, huevos estrellados y café... y a
él le tocarán los hígados de pollo. Él dirá que no quiere visitas en casa y que
se acostarán tempranito. La silla mecedora y la grabadora serán mayormente para
él.
Quiero que
consideres otra solución. Una solución bíblica. No es una solución fácil; por lo
tanto, tampoco es común. Busca los siguientes versículos y escribe la
solución.
Romanos 12.10:
________________________________________
Gálatas 5.13:
___________________________________________
Efesios 4.32:
___________________________________________
Filipenses
2.3: __________________________________________
1 Juan 3.16:
___________________________________________
Consideración
mutua. Preferencia al cónyuge. Sacrificio de los deseos personales. Esa es la
solución bíblica. Esa es la solución que trae paz, harmonía, satisfacción, y
gozo a toda relación matrimonial.
En bastantes
áreas, simplemente podrán tomar turnos. Y en todo asunto, que el marido dé
preferencia a su esposa, y que ella se someta a sus
decisiones.
Ahora bien,
una vez que estas cosas se solucionen en una manera general, ¡entonces llega el
tiempo para las sorpresas! Por ejemplo, el próximo hígado le toca a él. Cuando
ella se levanta para traer el té, él a escondidas pone el hígado en el plato de
ella. Lo que quiero decir es que, después de establecer ciertos patrones de vida
y comportamiento, todavía existen en abundancia oportunidades de mostrar amor,
estima y preferencia. ¡Que Dios inspire tu imaginación y
creatividad!
¿Cómo oprimes
el tubo de la pasta dental? ¿Qué haces con la ropa sucia al terminar el día?
¿Cuántas cucharas usas en cada alimento? ¿Masticas la comida con la boca abierta
o cerrada? ¿Dónde pones la toalla después de bañarte? ¿Cómo te suenas las
narices? ¿Cuán olvidadizo eres? ¿Cuán pronto contestas las preguntas que te hace
tu cónyuge? ¿Qué haces con las manos cuando platicas? ¿Interrumpes al que está
hablando? ¿Cómo estornudas? ¿Guardas las cosas cuando terminas de usarlas?
¿Recuerdas decir “Gracias” y “Por favor”? ¿A qué hora despiertas en la
mañana?
Todos tenemos
hábitos que nos parecen muy normales. Y todos tenemos hábitos de los cuales no
estamos enterados, pues los hacemos sin pensar.
No todos los
hábitos son malos. Pero siempre habrá algunos que le caigan mal al cónyuge. Tal
vez le parecen innecesarios, o hasta incultos. Nuestra reacción a todo esto
afectará nuestro gozo matrimonial.
Un hábito
desagradable pronto te puede llegar a ser muy enfadoso. Pueda que un día ya no
aguantes estar con tu cónyuge. Si no encuentras la solución a este dilema lo más
pronto posible, empezarás a reaccionar mal. Te presento tres pasos que
tomar.
En primer
lugar, pídele al Señor humildad y gracia para vencer tu impaciencia. Aprende a
soportar ese hábito con todo el amor que le tienes a tu cónyuge. Y deja de
pensar en ese hábito, pues no vale la pena irritarte por tales cosas. Con la
ayuda del Señor, goza de la vida, y que los hábitos desagradables de tu cónyuge
no te quiten la paz y el contentamiento.
En segundo
lugar, reconoce que no es tu responsabilidad cambiar o mejorar a tu cónyuge. Tú
eres responsable por tus propios hábitos. Recuerda que tú también tienes hábitos
que le puedan caer mal a tu cónyuge. Por eso, cuando observas algo en ella que
no te gusta, obsérvate a ti mismo para ver si acaso tienes algún hábito que le
pueda caer mal a ella. Y esfuérzate por cambiarte a ti mismo. Ah, ¿no viste nada
cuando te observaste? Bueno, pregúntale a tu esposa así:
—Querida,
¿acaso tengo algún hábito que te enfade? Dime, por favor, y lo trataré de
cambiar.
¡No hagas
excusas, ni te enojes cuando te diga algo! Pues al hacerle esta pregunta es
posible que no tengas que tomar el segundo paso. ¿Por qué? Porque es muy
probable que ella te haga la misma pregunta, y entonces tendrás la oportunidad
de decirle lo que te molesta tanto. Pero cuídate de no decírselo en una manera
acusatoria.
El tercer paso
es muy delicado, y hay que tomarlo solamente si tu cónyuge no te pregunta si
tiene algún hábito que te moleste. Pídele a Dios que les dé una buena
oportunidad de hablar francamente a tu esposo. También pídele sabiduría para
decir las cosas mansamente con toda calma. Y entonces espera el momento oportuno
para decirle:
—¿Sabes algo,
querido? Me fastidia tanto cuando dejas las toallas tiradas en un rincón. Yo sé
que tienes mucha prisa y que es mi deber encargarme de tales cosas. Pero me
sería de tanta ayuda si pudieras colocar tu toalla en el respaldo de esta silla.
Así se secaría más rápidamente y no se ensuciaría. Y yo la podría encontrar más
fácilmente.
Rehusa usar
las palabras nunca y siempre. La moderación traerá mejores
resultados que la exageración. También te hago recordar que este tipo de
franqueza no es para cualquier momento. Si él está cansado o de mal humor, no se
lo digas. Si ya tienen otro desacuerdo y hay tensión entre ustedes, no se lo
digas. Si se acaba de quejar contigo sobre algo, no se lo digas. Si tienen
visitas o si los niños están presentes, no se lo digas. Mejor espera... hasta
que estén solos... hasta que haya paz entre ustedes... hasta que estén de buen
humor.
Una prioridad
es algo que estimamos muy importante... más importante que otras cosas. Las
prioridades dan dirección a nuestras vidas. Tal vez haya tantas prioridades como
hay personas, pues cada persona tiene su propia opinión en cuanto a lo que sea
muy importante. He aquí solamente unas poquitas de las prioridades que existen
hoy en día:
• el
dinero • la religión • la bebida
• los
amigos • la salud • la política
• la
comida • el avance social • la familia
• el
cónyuge • la fortuna • el trabajo
• la
iglesia • los naipes • los deportes
En el
transcurso de la vida, todos desarrollamos nuestras propias prioridades. Todos
formulamos nuestras decisiones de acuerdo con esas prioridades.
Eso es bueno.
Pero pueden brotar problemas cuando se casan dos personas con prioridades muy
distintas.
Imagina que él
piensa que un naranjo es más importante que un rosal para ese lugar junto a la
casa. Ella piensa lo contrario. O ella desea comprar con la sobrepaga una olla
más grande y él insiste en un sombrero nuevo. ¡Cuántos conflictos se pueden
desarrollar de prioridades distintas!
Si un cónyuge
es egoísta en cuanto a sus deseos, o peor si los dos lo son, aun tales
conflictos pequeños resultan difíciles de resolver. A la verdad, tales
conflictos se deben solucionar fácilmente. Cada cónyuge debe crucificar (estimar
como nada) sus propios deseos. Luego puede considerar estas cosas en una manera
objetiva, añadir una dosis grande de amor, y determinar agradar al otro.
Ahora el
problema de la olla y el sombrero. Que se sienten juntos para determinar cuál
necesitan más. Es posible que ni la olla ni el sombrero sean necesarios. Tal vez
sería mejor ahorrar la sobrepaga. Pero sobre todo no deben atacar ni la persona,
ni los intereses, ni las prioridades del otro.
¿Qué debes
hacer cuando en áreas críticas de la vida tus prioridades no concuerdan con las
de tu cónyuge? ¿Qué debes hacer cuando tu cónyuge da más importancia a sus
padres que a ti? ¿Qué debes hacer cuando tu cónyuge da más importancia a su
trabajo que a la iglesia? ¿Qué debes hacer cuando tu cónyuge da más importancia
a sus hijos que a la iglesia? ¿Qué debes hacer cuando tu cónyuge da más
importancia a la lectura del periódico que a la lectura bíblica? ¿Qué debes
hacer cuando tu cónyuge piensa que es más importante ofrendar que comprar una
manguera nueva? ¿Qué debes hacer cuando tu cónyuge piensa que es más importante
no comprar a crédito que tener zapatos nuevos?
Primeramente,
los dos deben llevar el asunto al Señor en oración, pidiéndole que él les dé un
espíritu de mansedumbre y amor. Luego, pueden apuntar sus prioridades en orden
de importancia. Hagan listas semejantes a las siguientes.
Relaciones
• Dios •
padres
•
cónyuge • parientes
• hijos •
vecinos
•
hermandad
Actividades
• lectura
bíblica • trabajo
• culto •
tiempo libre
• oración
Comestibles
• frijoles•
sodas
• carne •
café
• papas •
dulces
•
verduras
Asuntos
económicos y domésticos
•
ofrenda • ducha
• ropa •
bicicleta
• agua
potable • libros
• casa •
rosal
• estufa •
naranjo
• ninguna
deuda •
hortaliza
•
electricidad • cama
• atención
médica • silla mecedora
• jabón •
cassettes
• sanitario
Dudo que sus
listas concuerden. Y ninguna lista tendrá el orden que sea correcto para toda
pareja en cualquier tiempo en cualquier circunstancia. Pero si ustedes
juntos tratan de hacer estas decisiones, mejorarán mucho la comunicación
entre sí.
Después de
haber hecho sus listas, si todavía en áreas críticas sus prioridades no
concuerdan, ¿qué deben hacer?
Supongamos que
no estén de acuerdo sobre el trabajo y la asistencia a los cultos. De nada les
sirve condenar el uno al otro o defenderse. De nada les sirve creerse mejor que
el otro... aun en los asuntos espirituales. De nada les sirve quejarse de la
situación en presencia de otros. De nada les sirve hacer como si no existiera el
problema. ¿Qué, pues, habrán de hacer para resolver el
problema?
En primer
lugar, deben orar. Pidan la iluminación y la comprensión que sólo Dios puede
darles. En segundo lugar, aprendan lo que dice la Biblia en cuanto al tema. En
tercer lugar, no dejen de afirmar la dedicación y el amor que se tienen el uno
al otro. Y en cuarto lugar, aprendan a hacerse preguntas no acusatorias sobre
las diferencias que tienen. Por ejemplo...
La esposa, al
esposo:
¿Por qué
piensas que debes trabajar en vez de ir a los cultos?
¿Perderás tu
trabajo si asistes a los cultos?
¿No hay quien
pueda tomar tu turno cuando haya cultos?
El esposo, a
la esposa:
¿Por qué
piensas que debo ir a los cultos en vez de trabajar?
¿Cuándo es
lícito ir al trabajo en vez de ir a algún culto?
¿Puedes ayudar
a reducir nuestros gastos para que yo no tenga que trabajar cuando haya
cultos?
Cada cónyuge
debe estar dispuesto a cambiar sus prioridades para llegar a un acuerdo
bíblico.
Eres varón. Tu
suegro te critica porque no le provees a tu esposa suficientes aparatos de
cocinar. Tu suegra te mira mal porque no llevas a su hija para que la visite
cada semana. ¿Qué vas a hacer?
Eres mujer. Tu
suegra no aprueba de cómo cuidas tu casa. Tu suegro piensa que malgastas el
dinero que tu esposo gana a duras penas. ¿Qué vas a hacer?
Hablar, pero
¿con quién? ¿Con tus suegros?
Dios ha dado a
usted la responsabilidad de platicar con calma y sin acusación con tu
cónyuge sobre lo que te dicen sus padres. Averigua si tu cónyuge piensa
igual que ellos. En lo que seas culpable en estas cosas, reconoce tus fallas
ante tu cónyuge y toma las medidas necesarias para cambiar.
También tienes
otra tarea. Los suegros de tu cónyuge son tus padres y eso quiere decir que tú
tendrás que intervenir con tus padres si causan problemas. En una manera
respetuosa, considerada y amorosa, explícales que tu hogar no es responsabilidad
de ellos, sino de ustedes. Agradéceles por su interés en tu bienestar, pero
muéstrales que al atacar a tu cónyuge te roban de eso.
Si ellos se te
quejan por la manera en que te trata tu cónyuge o cómo se comporta tu cónyuge,
pídeles que por favor ya no lo hagan. Tú conoces bien las fallas de tu cónyuge y
no necesitas que otros te muestren más. Debes preparar observaciones positivas
para contarles a tus padres en cuanto a tu cónyuge. ¡No caigas en la trampa de
quejarte a tus padres acerca de tu cónyuge!
Por otro lado,
si tus padres logran fomentar en ti una falta de respeto para tu cónyuge,
platica con ella en cuanto a eso. No te irrites ni le acuses. Simplemente abre
tu corazón y pídele su ayuda para solucionar la situación.
En todo esto,
muéstrate un ejemplo ante la falta de comprensión de tus padres. Apóyate en
Cristo, en su palabra y en la oración. El libro de Proverbios contiene
magníficos consejos en cuanto a la lengua, los labios y la boca. Busca los
siguientes versículos y escríbelos:
Proverbios
10.32: _______________________________________
Proverbios
12.18: _______________________________________
Proverbios
15.1: ________________________________________
Proverbios
21.23: _______________________________________
Cristo nos
instruye a devolver bien por mal y a orar por los que nos maltratan (Mateo 5.39,
43–46; Romanos 12.14, 17–21; 1 Tesalonicenses 5.15; 1 Pedro
3.9).
Se dice que en
los Estados Unidos más de 50% de los divorcios se deben a desacuerdos
económicos. Tal vez no sea tal el caso donde vives tú, pero sin duda, en
cualquier lugar el dinero puede causar bastantes problemas en los matrimonios.
Aquí hago una
lista de algunos desacuerdos comunes en cuanto al dinero. Ustedes pueden añadir
más.
• “¡No debemos
ofrendar si no nos va a alcanzar el dinero!”
• “Es malo
comprar a crédito.”
• “¡No más te
cae algo de dinero y ya lo quieres gastar!”
• “¿Les
daremos a los niños dinero para gastar a su gusto?”
• “¡Cómo
gastas en juguetes para los niños!”
• “¡Tan
poquito dinero que tenemos y tú comprando sodas!”
• “El sombrero
que tienes te puede servir por dos meses más.”
• “Haz
tortillas, no las compres.”
El tiempo
propicio para solucionar estos desacuerdos no es cuando estén en mero medio de
ellos. Tal vez ahora mismo deban platicar juntos sobre este tema. Pero no se
rebajen a acusar el uno al otro. Platiquen sobre la lista arriba y formulen
decisiones. Determinen juntos qué “reglas económicas” tendrán en su hogar. (Si
eres novio, determina formular estas reglas con tu novia antes de casarte.) Aquí
les doy unas cuantas ideas.
Compromiso a ofrendar
El ofrendar es
un paso de obediencia. La Biblia dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud;
el mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24.1). Todo es de Dios, pero le
entregamos la ofrenda en una manera especial. Nos ayuda a recordar que todas
nuestras posesiones pertenecen a él. Las ofrendas también demuestran fe. Muchas
veces no sabemos cómo nos alcanzará el dinero si ofrendamos a Dios antes de
comprar cualquier cosa con el sueldo. La fe en Dios nos afirma que si le ponemos
a él primero, él proveerá a nuestras necesidades (Salmo 37.25; Mateo 6.25–34;
Filipenses 4.19; Hebreos 13.5).
Libertad económica
La Biblia dice
que el que compra a crédito cae bajo servidumbre (Proverbios 22.7). En cierto
sentido, esa persona pierde su libertad, pues está endeudada a otra persona
(Proverbios 22.26–27). Pero hay algo más. Comprar a crédito cuesta más que
comprar al contado.
Yo mismo he
hallado que a veces casi no se puede evitar el crédito. En tales casos debemos
analizar bien lo que queremos comprar para asegurarnos de que de veras lo
necesitamos, y que no sea simplemente algo que se nos antoja al momento. También
debemos analizar si acaso podamos esperar un poco más mientras ahorramos nuestro
dinero para comprar al contado.
“Ah”, dices,
“pero nunca tengo suficiente dinero para comprar al contado. ¡Nunca! Mejor lo
compro a crédito y lo pago poco a poco.”
Permíteme
hacerte una pregunta. ¿De dónde sacas el dinero para pagar el abono de tu
cuenta? De alguna manera lo pagas, ¿verdad? Tal vez te niegas alguna otra cosa,
pero sí pagas la cantidad necesaria. Entonces, en vez de comprar a crédito,
empieza a ahorrar tus abonos quincenales hasta que tengas suficientes fondos
para comprar el artículo al contado. Considera este ejemplo de lo que
digo:
Necesito una
bicicleta para ir al trabajo. Al contado me cuesta 300 pesos, pero no tengo esa
cantidad de dinero. Si la compro a crédito, me la dan en 350 pesos si pago 60
pesos cada quincena.
¿Qué hago?
Sesenta pesos quincenales se me hace poco y fácil... ¿y qué son cinco quincenas?
Pero salgo perdiendo 50 pesos. Si se me hace poco y fácil abonar 60 pesos cada
quincena por cinco quincenas, ¡entonces ahorrar esa cantidad cada quincena
debiera ser igualmente poco y fácil! Así que cada quince días aparto 60 pesos y
después de dos o tres meses compro la bicicleta al contado. Me ahorro 50 pesos y
no tengo obligación con nadie.
¿Es falta de
fe ahorrar el dinero? Algunos opinan que si Dios les da dinero se lo da para
gastar pronto. Dicen que tienen tanta fe en Dios que no se preocupan por manejar
su dinero sabiamente —nada más se ocupan en gastarlo en lo que les parece bueno
o deseable al momento.
¿Recuerdas el
relato bíblico de los sueños de Faraón y la interpretación divina que les dio
José? (Génesis 41). Aprende esta lección de esa historia: Si sabemos que vienen
tiempos difíciles, en los tiempos de abundancia debemos hacer lo posible para
prevenirnos.
Todo
matrimonio, por más bueno e ideal que sea, tendrá sus desacuerdos. Eso no es
gran tragedia. La tragedia ocurre cuando los desacuerdos no se solucionan o
cuando se solucionan mal. Los desacuerdos pueden ser pequeños y sin importancia
(tortillas de harina contra tortillas de maíz), o pueden ser grandes y difíciles
(cómo y cuándo disciplinar a los niños). ¿Cómo, pues, se habrán de solucionar
bien los desacuerdos?
Con palabras
Muchas
personas son demasiado carnales para hacer esto. Si algo les cae mal, o si el
cónyuge no disciplina a los niños como les gusta, quedan enojados o
resentidos... y sin palabras. Guardan silencio... un silencio frío, tenso, y
acusatorio.
Se requiere
humildad para platicar con calma acerca de nuestros desacuerdos, pero no conozco
cómo solucionarlos sin platicar.
Con amor
El amor
siempre considera el bien de la otra persona. El amor no es egoísta, ni busca lo
suyo. El amor considera los sentimientos y los intereses del otro. El amor no
hace nada indebido. El amor no tiene envidia. El amor es sufrido, dispuesto a
sacrificar a favor del amado (¡aun algo tan pequeño como la clase de
tortillas!). El amor sabe pedir disculpas, y sabe decir: “Tienes razón. Hice mal
en disciplinar a Eduardo cuando estaba enojado.” El amor controla las actitudes
y el punto de vista. El amor controla las palabras para que no hieran ni
insulten. El amor no se irrita, ni guarda rencor
En Paz
Nunca debemos
atacar la persona de nuestro cónyuge:
“Tú no sabes
de lo que hablas.”
“Eres muy
torpe.”
“No sabes cómo
hacer las cosas.”
“No tienes
idea de cómo criar bien a los niños.”
No debemos
tratar de resolver dificultades cuando estamos turbados o descontrolados
emocionalmente. No debemos rebajarnos a las acusaciones. La calma y el control
personal contribuyen grandemente a la comunicación
comprensiva.
Objetivamente
Ser objetivos
quiere decir tener la capacidad de considerar algún tema desde varios puntos de
vista. Generalmente vemos cualquier tema desde un solo punto de vista: el
nuestro, el que nos conviene (las tortillas de harina tienen más sabor y más
valor nutritivo). Este es el punto de vista que más amenaza nuestra objetividad.
Si continuamos con sólo ese punto de vista, nuestro matrimonio perderá su
equilibrio. El contrapeso de otra opinión vale mucho.
Y si en
realidad anhelas ser objetivo, conoce el punto de vista de Dios.
Diferencias.
Ajustes. Problemas. O destruirán el matrimonio o lo enriquecerán. Seguramente
has visto bastantes matrimonios destrozados y destruidos a causa de estas cosas.
¿Cómo será tu propio matrimonio?
Si Dios
quisiera, él podría impedir que ustedes tuvieran que enfrentar las diferencias,
los ajustes y los problemas. Pero Dios quiere enriquecer su matrimonio. Él sabe
que todos estos retos forman parte de la ruta hacia la felicidad, la
satisfacción, y la riqueza moral. Cuando los cónyuges solucionan juntos los
problemas que pudieran separarlos, descubren una intimidad que no se encuentra
en ninguna otra manera.
El papel del marido
Dios dio al
varón una de las responsabilidades más pesadas que existe... sin duda, la más
pesada. Para descubrir cuál es tal responsabilidad busca los siguientes
versículos y escríbelos.
Génesis 1.26:
_________________________________________
1 Corintios
11.7: ___________________
Génesis 1.27
nos dice que Dios creó a Adán y Eva a su propia imagen. Podemos decir que, en
cierto sentido, la imagen de Dios se refleja en toda la humanidad. Así nos
diseñó Dios, tanto a las mujeres como a los hombres. Sin embargo, al leer 1
Corintios 11.7, quedamos plenamente convencidos de que en una manera especial,
el varón es “imagen y gloria de Dios”.
No sé cuáles
sean todos los significados de esta verdad, pero creo que éste sea uno: ¡el
varón tiene la responsabilidad de reflejar el carácter de Dios mismo! Y ¿cómo
podremos hacer nosotros tal cosa? Con la ayuda de Dios y con el ejemplo divino
mostrado en las escrituras.
En este
capítulo veremos tres responsabilidades principales del esposo: amar, dirigir, y
proveer. En cada sección verás primero el ejemplo de Dios y después notarás
algunas aplicaciones prácticas para los varones.
Amar con respeto
El ejemplo
de Dios: “Y pasé yo otra vez junto a ti, y te
miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti,
y cubrí tu desnudez” (Ezequiel 16.8).
Hablando en
una manera figurativa, Dios vio la necesidad y la desnudez de Jerusalén... y
extendió su manto sobre ella. Él no se rió de la vergüenza de Jerusalén. Tampoco
se aprovechó de la situación indefensa y vulnerable de ella. Dios trató a esta
“mujer” con respeto y cortesía.
¿En qué tipos
de circunstancias se avergüenza tu esposa? Tu deber como su esposo es tratar de
cubrir su vergüenza. Una mujer que conozco se avergüenza profundamente por sus
hijos pequeños descontrolados. Su esposo ha de disciplinar a sus hijos y así
eliminar la vergüenza de su esposa.
Algunas
mujeres casi lloran cuando preparan mal algún alimento. Su esposo considerado
debe expresar su agradecimiento por la comida y hacerla recordar que la gran
mayoría de sus esfuerzos en la cocina son exitosos.
O tal vez ella
quede vulnerable en algunas situaciones. Tú que eres su esposo, ¡protégela! Si
la apariencia de un ratón casi la derrite de temor, mata al ratón o espántalo, y
después abraza a tu esposa. ¡No digas nada!
Por otro lado,
¿cómo reaccionas cuando alguien habla mal de tu esposa estando tú presente?
Defiéndela en una manera cristiana, humildemente corrigiendo a la otra persona,
o diciendo algo positivo en cuanto a tu esposa. ¡Y no te rías!
El ejemplo
de Dios: “Porque Dios misericordioso es Jehová tu
Dios; no te dejará, ni te destruirá” (Deuteronomio 4.31). “Y te desposaré
conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y
misericordia” (Oseas 2.19). “Misericordioso y clemente es Jehová; lento
para la ira, y grande en misericordia” (Salmo 103.8).
Dios no es
iracundo. Es misericordioso. Cuando fallamos, reacciona con fidelidad,
benignidad, y paciencia. Nos trata con clemencia. Podemos confiar en que no nos
dejará.
¡Cuántas
mujeres he visto destrozadas emocionalmente por las palabras y las acciones
despiadadas de sus maridos! ¿Cómo reaccionas cuando tu esposa compra algo a
crédito que no te agrada? ¿o cuando ella pasa demasiado tiempo en la casa de la
vecina? ¿o cuando no aguanta hacer todas sus tareas en casa?
Cuando la
esposa de Dios (su pueblo) falla en semejantes maneras, ¿cómo reacciona
él?
Nunca le
faltes el respeto a tu esposa, aun ante fallas peores que éstas. Refléjale el
carácter benigno, misericordioso, y clemente de Dios.
El ejemplo
de Dios: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo
11.28).
Todos nos
fatigamos con los quehaceres y las preocupaciones del día. Por eso es difícil
pasar por alto esta invitación. Dios nos ayuda con nuestras cargas, dándonos
descanso antes de que quedemos totalmente vencidos. Dios no nos dice: “Ya eres
grande, no te rindas tan fácilmente. ¿Por qué quieres que te ayude cuando yo
tengo tanto que hacer?”
Muchos maridos
ven a sus esposas como sus ayudas idóneas y piensan que no tienen obligación
alguna de ayudarlas. Pues parte de reflejar el carácter de Dios es hacer
descansar a nuestras esposas cuando están trabajadas y cargadas. Un problema que
tenemos algunos es que ni siquiera lo sabemos cuando nuestras esposas tienen
trabajos físicos y cargas emocionales que sobrepasan su capacidad. ¡Entérate,
esposo! Y una vez enterado, busca las maneras de aliviar su carga y hacerla
descansar.
El ejemplo
de Dios: “Como pastor apacentará su rebaño; en su
brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a
las recién paridas” (Isaías 40.11). “En lugares de delicados pastos me
hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmo
23.2).
Un pastor en
Palestina acostumbraba levantar a los corderitos de vez en cuando para que
recuperaran la fuerza. No hacía largas caminatas para las ovejas recién paridas.
Y como sabía que las ovejas temen las aguas corrientes, se esforzaba por
llevarlas a tomar de aguas tranquilas pero frescas. Nuestro pastor considera las
necesidades especiales de los débiles, los cansados, y los temerosos. Jamás se
burla de nosotros; jamás insiste en que hagamos más de lo
posible.
Hay días en
que tu esposa está especialmente débil. Hay ocasiones en que su fatiga es más de
lo normal. Y hay algunas cosas que enfrenta que de veras producen en ella unos
temores muy agudos. Pórtate como un pastor.
El ejemplo
de Dios: “Y Jesús, llamando a sus discípulos,
dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y
no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el
camino” (Mateo 15.32).
El Señor se
preocupó por el estado físico de sus oyentes. Después de tres días en el
desierto, no tenían qué comer. Cristo sabía que la misma caminata en busca de
alimento podría vencerlos. Pero no dijo: “Ya pasé tres días ayudándoles
espiritualmente; que otros les ayuden físicamente.” Al contrario, él aceptó la
responsabilidad de proveer lo que necesitaban.
Debes
interesarte en el estado físico de tu esposa. ¿Qué puedes hacer para proveer a
sus necesidades especiales cuando esté en esas condiciones? Ella es tu
responsabilidad. Ella depende de ti. Si quieres su lealtad y aprecio, tendrás
que cuidar de ella como Cristo cuidó de la gente en Mateo 15.
Los versículos
arriba iluminan algo de la consideración y el respeto que Dios les brinda a los
suyos. ¿Qué tal si Dios se comportara como demasiados hombres? Entonces estos
versículos serían ciertos sólo cuando Dios quisiera conseguir algo de nosotros.
Su propio egoísmo controlaría su manera de comportarse con
nosotros.
Pero Dios no
es así. Él es siempre respetuoso y considerado. ¿Por qué? Porque tal es su
carácter. Porque él se interesa en el bienestar, en el éxito y en el provecho de
los suyos. Y así debemos nosotros amar a nuestras esposas.
“Así
también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que
ama a su mujer, a sí mismo se ama. Por lo demás, cada uno de vosotros ame
también a su mujer como a sí mismo” (Efesios 5.28, 33).
Me imagino que
tú eres tan considerado con tu propio cuerpo como yo lo soy con el mío. Ya van
dos veces en este mismo día que lo alimento. Salí un rato para ejercitarlo.
Prendí el abanico para que se sintiera más cómodo. Llevo lentes para ayudar a
mis ojos. Y como ahorita parte de mi cuerpo se siente dolorido, tomé unas
pastillas para amortiguar ese dolor. Cuando mi cuerpo está bien cansado, raras
veces le niego el descanso. Tengo una bolita en el hombro derecho y se me antoja
ir al médico para que me la quite y le haga análisis —¡no vaya a ser cáncer!
Cuánta lata
por mi cuerpo. ¡Pero es mío y es el único que tengo!
Efesios 5 me
dice que así debo amar a mi esposa. ¿Cómo, pues, le amaré como a mi propio
cuerpo?
Mostrándole
toda consideración. Anoche estaba tan cansada después de un día lleno de trabajo
extra... le ayudé a limpiar la cocina después de la cena. En estos días
demasiado escándalo a veces le impacta los nervios... trato de mantener
controlado el ruido de nuestros hijos. El otro día estaba tan mareada que nada
le caía bien... le compré un refresco que supuestamente sirve para controlar el
mareo. Hace tres semanas tenía una tos y un dolor en el pecho que no se le
quería quitar... insistí en que fuera al médico (y que no se preocupara ella por
el aumento de nuestra deuda).
Son bastantes
los maridos que no muestran su amor en semejantes maneras. No quieren
“rebajarse”. No quieren “mal imponer” a sus esposas. Así descuidan de sus
esposas como no descuidarían de sus propios cuerpos.
Cuando tu
esposa tenga necesidades, debes considerarla como parte de tu propio cuerpo. Por
naturaleza tenemos interés en el bienestar de nuestro cuerpo.
“Maridos,
amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas” (Colosenses 3.19).
Creo que si
aún fuera soltero, este versículo me sonaría algo raro. ¿Pudiera un esposo ser
áspero con su esposa? Nunca hubiera soñado ser áspero con mi novia durante
nuestro noviazgo. ¡Pero qué fácil lo es ahora! Especialmente si he tenido otros
problemas en el día.
A veces pienso
que algo que sucede es culpa de ella... ¿cómo reaccionaré? En otras ocasiones me
parece que debe ser más dura con los niños... ¿cómo le hablaré? De vez en cuando
aun me enfada que esté tan cansada y atrasada en sus negocios... ¿qué haré?
Ni las
circunstancias del día, ni mis sentimientos del momento, deben influir en mi
reacción para con ella. Mi amor debe demostrarse con una reacción tierna,
considerada y respetuosa.
Colosenses
3.19 muestra la aspereza como algo opuesto al amor. Cuando somos ásperos, la
cortesía, la honradez, la gentileza, la consideración, y el respeto salen de
vacaciones. Según 1 Corintios 13, “el amor es sufrido, es benigno ... no hace
nada indebido, ... no se irrita, no guarda rencor”.
La aspereza
demasiadas veces conduce al mal uso de la lengua. Considera este mandamiento en
Efesios 4.31: “Quítense de vosotros toda ... gritería y maledicencia”.
Las palabras ya dichas pueden herir profundamente, y no pueden ser borradas. El
diablo las usa para seguir hiriendo por mucho tiempo después de que salgan de la
boca. Mejor pon un filtro en la mente y en la boca. Ese filtro se llama
amor.
“Vosotros,
maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a
vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras
oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3.7).
¡Qué
responsabilidad tan grande nos echa encima Dios! Este versículo nos ordena a
vivir con nuestras esposas sabiamente. ¿Comprendes bien a tu esposa? ¿Eres
educado en cuanto a ella? ¿Conoces su manera de pensar, sentir y reaccionar?
¿Conoces sus preferencias y sus gustos? ¿Conoces sus temores, dolores y
preocupaciones?
Tal vez la
conozcas bien. Pero vivir con ella sabiamente significa más que conocerla.
Significa usar bien ese conocimiento. Si usas ese conocimiento para apoyarla,
animarla, edificarla y protegerla, entonces estás viviendo con ella
sabiamente.
Otra parte de
vivir sabiamente con tu esposa es la de darle honor. Esto significa darle alto
valor y apreciarla. También significa alabarla. “Su marido también la
alaba” (Proverbios 31.28). Dale a tu esposa el reconocimiento que le
corresponde. Cuántas veces me ha tocado escuchar a esposos que hablan de sus
esposas con quejas, críticas y burlas. ¡Parece que se avergüenzan de honrar a
sus esposas y alabarlas ante sus conocidos!
Tales maridos
deben arrepentirse.
Primera de
Pedro 3.7 también demanda que la trates con delicadeza y consideración, pues
tiene un físico más frágil que el tuyo. También requiere de ti el respeto y la
estima que le darías a alguien que comparte una misma herencia contigo. Muchos
maridos, en vez de ser considerados y respetuosos con sus esposas, son duros y
torpes. ¿Por qué?
La comprensión
y el respeto del marido para con su esposa le importan a Dios. Él da a entender
que las oraciones del marido insensible y desconsiderado pudieran tener
estorbos.
¡Cuántos jamás
se hubieran imaginado que el amor de un hombre por una mujer pudiera ser algo
tan complicado, sacrificial, y difícil!
Amar primero
El ejemplo
de Dios: “Nosotros le amamos a él, porque él nos
amó primero” (1 Juan 4.19). “Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5.8).
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan
15.16).
El amor de
Dios siempre actúa primero. Él no esperó hasta que nosotros tomáramos el primer
paso hacia él. Él nos amó y nos eligió primero. Él nos amó sacrificialmente y
sin condición. Eso es lo que significa tomar la iniciativa. Y al tomar la
iniciativa, Dios nos da la oportunidad de responder a su amor.
Así quiere
Dios que los maridos amen a sus esposas.
El amor no
dice: “Esperaré hasta que tú me ames a mí; entonces yo te amaré a ti.” Tampoco
declara: “Cuando tenga las ganas y los deseos, te amaré.” Ni se queja: “Me
trataste mal” o “me pasaste por alto, así que no te amo.”
¡No! ¡De
ninguna manera! El amor toma el primer paso; el amor toma la iniciativa. El amor
no pone condiciones; el amor es gratuito. Si eres esposo, así debes amar
tú.
Cuando haya
desacuerdos entre tú y tu esposa, y las expresiones del amor se acaben, y el
silencio descienda... ¿quién debe amar primero?
Tú,
esposo.
Cuando tú le
muestras a tu esposa amor y cariño, y ella aún no te toma en cuenta... tú tienes
que seguir amándola. Tu deber es amar a tu esposa no importa cómo se comporte
ella contigo. Ese es el carácter de Dios, y él te ha llamado a reflejar ese
carácter en tu relación con tu esposa.
Existe un
método muy eficaz para resolver esta parálisis y poner en marcha la comunicación
y la comprensión. El esposo debe tomar la iniciativa. Y que no espere
hasta que su esposa se muestre más flexible. Ahora mismo debe mostrar hacia ella
interés y cariño. Debe amarla, no por lo que pueda conseguir de ella,
sino por lo que pueda contribuir a la felicidad y satisfacción de
ella.
Amar con acciones
El ejemplo
de Dios: “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16).
Dios pudiera
habernos escrito una carta larga y elocuente, diciéndonos cuánto nos ama.
Pudiera habernos hablado desde el cielo con voz tierna y suave, proclamando la
profundidad del amor que nos tiene.
Pues sí, Dios
nos escribió una carta: la Biblia. Pero eso no era suficiente. ¿Por qué? Porque
el amor genuino hace más que hablar y escribir; ese amor actúa. Así que, Dios
nos amó de tal manera que actuó; mandó a su Hijo al mundo para redimirnos. El
amor tuyo hacia tu esposa también debe actuar.
Muchos
descansamos en nuestro conocimiento del amor que tenemos en el corazón hacia
nuestras esposas. Pensamos que eso es suficiente. Queremos que ellas se sacien
con nuestras proclamaciones de amor del año pasado. Ya les hemos dicho qué
sentimientos tan tiernos y bonitos sentimos por ellas. ¿Por qué repetirlo otra
vez?
Pero el amor
no se demuestra por lo que sentimos sino por lo que
hacemos.
¿Qué hiciste
hoy que demostró el amor que le tienes a tu esposa? Por más cariñosas y
románticas que sean tus palabras, éstas pronto perderán su sabor si no las
endulzas con acciones. Cuando vuelvas a casa mañana, tráele una flor a tu
querida esposa. Si ves que está colmada de quehaceres, tiende la ropa. Si ves
que la mesa está floja, repárala. Cuando el bebé no la deja terminar sus
quehaceres... tienes dos alternativas: ¡cuidar al bebé o terminar los quehaceres
tú mismo!
Demuestra tu amor.
Amar con sacrificio y purificación
El ejemplo
de Dios: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a
sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento
del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese
santa y sin mancha” (Efesios 5.25–27).
El amor de
Cristo por nosotros actuó en una manera que le costó bastante. Él se entregó a
sí mismo en un sacrificio supremo. Y lo hizo para hacer de nosotros una esposa
digna de él. Y ¿tú? “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios
5.25).
¿Qué te ha
costado ser el marido de tu esposa? ¿Cuán fácilmente te sacrificas por ella? Tu
amor por ella no debe ser egoísta en ninguna manera. Una de las muestras de tu
amor por ella es la profundidad de tu entrega por ella.
Me ha tocado
observar a algunos hombres que piensan que sus esposas no merecen esposos tan
buenos como ellos. He observado a hombres que opinan que tienen esposas llenas
de todo tipo de error, falla, problema, y debilidad, mientras ellos mismos son
tan fuertes, sabios, y perfectos.
¡Vaya! Parece
que no se les ha ocurrido algo. ¡Ellos tienen parte de la culpa de las fallas de
sus esposas! Lee Efesios 5.25–27 otra vez.
Cristo nos vio
sucios y arruinados por el pecado. Se sacrificó a sí mismo para santificarnos,
purificarnos y hacernos una iglesia gloriosa. Él quiso presentarse la iglesia a
sí mismo, pero no la quería sucia y arruinada. Él la perfeccionó, quitando de
ella toda mancha, arruga, y cosa semejante.
Así que, si yo
veo en mi esposa algo que me desagrada o que no está bien, ¿qué me ganaré con
culparle a ella nada más? Dios quiere que yo haga con ella como Cristo hizo con
la iglesia. Él quiere que yo, por medio de una vida sacrificial por ella, le
ayude a corregir los problemas que tenga.
¡Ah! Habrá
algunos que se regocijarán con esa tarea. Siempre han tenido la ambición de
“componer” a su esposa.
Deténganse un
momentito. Yo de ninguna manera quiero decir que los esposos deben empezar a
acechar a sus esposas, criticándolas y corrigiéndolas. La purificación a la cual
me refiero es algo que se hace con humildad, paciencia, cuidado, consideración,
y amor. ¿Qué te parece el siguiente ejemplo?
Supongamos que
mi esposa fácilmente se enoja con los hijos. Les grita, les golpea sin
misericordia, y les dice nombres feos. Si yo quiero purificarla como Cristo
purificó a la iglesia, tal vez los siguientes pasos tengan su
efecto:
1. Asegurar
que yo sea un ejemplo positivo.
2. Mostrarle
en la Biblia que es pecado lo que hace.
3. Ayudarle a
arrepentirse de su manera de comportarse.
4. Orar
diariamente con ella y por ella sobre este problema.
5. Acordar con
ella sobre una seña secreta que usaré para recordarle a controlarse en una
situación difícil.
6. Intervenir
más pronto cuando haya problemas, dándole mi apoyo y ayudándole a hacer lo
bueno.
El marido que
tiene un amor sacrificial pondrá a su esposa y los intereses de ella en un plano
más elevado que a sí mismo y sus propios intereses.
Amar siempre
El ejemplo
de Dios: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho
tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31.3). “Conoce,
pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto”
(Deuteronomio 7.9).
El amor de
Dios por los suyos está fijado en la eternidad. El amor de Dios no cambia en
circunstancias desagradables, ni cuando tiene que ver con personalidades
“imposibles” de amar. Ese amor no fluctúa ni se debilita. Jeremías escribió que
ya habían pasado muchos años desde que Dios le había declarado este amor, y
Jeremías parece exclamar: “¡Es cierto! Después de tanto tiempo, él todavía me
ama.”
Yo sé que Dios
no va a dejar de amarme por cualquier fallita mía. Tampoco dejará de amarme
porque se enfade de su relación conmigo. Ni dejará de amarme porque se sienta
mal. Su amor es eterno y constante.
¿Te das
cuenta? Dios es fiel. Él guarda el pacto que hace con los suyos. El amor de él
por mí le impulsó a obligarse conmigo. Él está legalmente ligado conmigo. No me
dejará. Siempre cumplirá su parte en nuestra relación. Él guardará su pacto
conmigo.
“Jehová ha
atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal,
siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (Malaquías 2.14).
Pacto. Allí tienes una palabra tan significante. Tu esposa es la mujer de
tu pacto. Si tú violas ese pacto (ya sea por infidelidad abierta o por un
sencillo enfriamiento de tu amor), Dios mismo va a ser testigo contra ti. Tu
amor y tu dedicación hacia ella no deben flaquear.
Algunos
maridos siguen viviendo con sus esposas, pero son maridos desleales. No, no
hablo sólo del marido que tiene un enlace romántico con otra mujer. Sí, hablo
del marido que no se relaciona con su esposa como debe. Tal marido casi no se la
lleva en casa. Evita las conversaciones normales con su esposa. Le gusta
criticarla, especialmente ante otros. Las relaciones íntimas las tiene para el
placer de él solamente. Descuida del cumpleaños de su esposa, y el aniversario
de boda ya no le es gran cosa. No le ayuda a su esposa para nada... ni siquiera
cuando ella esté enferma.
¡Desleal!
“Guardaos,
pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra
juventud” (Malaquías 2.15).
¡Vigilancia!
Si no nos cuidamos, puede desarrollarse en nuestro espíritu una actitud
indiferente en cuanto a nuestra relación con nuestra esposa. Si no mantenemos
una vigilancia activa, pueden meterse en nuestra mente esos pensamientos y
puntos de vista que resultan en deslealtad y falta de constancia. Cuidado con la
amargura, la crítica, el resentimiento, la codicia, y el
desagrado.
Dios nos insta
a mantener esta vigilancia porque sabe que la deslealtad nace en el espíritu. Y
una vez nacida, conducirá a una deslealtad abierta. Y él aborrece el repudio. Él
aborrece la separación física, espiritual, y emocional entre esposos. Él
aborrece el rechazo del marido a su esposa. ¿Por qué? Porque mancha el reflejo
de su propio carácter.
Varones, nunca
olviden que son imagen y gloria de Dios... y en él no existe rasgo de
deslealtad, ni de repudio, ni de violación de pacto. “Porque Jehová Dios de
Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (Malaquías 2.16).
Tal vez has
quedado sobrecogido por la magnitud de tu tarea. Tal vez te preguntas por qué te
casaste si tus obligaciones son tan enormes. Tal vez te has desanimado porque el
amor no es algo tan sencillo como siempre te imaginaste. Tal vez ya has dicho:
“¡Es por demás! ¡Nunca podré amar así!”
Amigo mío, ya
estás comprometido. Tienes que ponerle a tu relación matrimonial las mejores
ganas y fuerzas que tengas. Pero esas mejores ganas y fuerzas no te servirán
mucho si no tienes la ayuda y el poder de Dios... pues como humano nunca podrás
reflejar adecuadamente el carácter de Dios sin su ayuda. ¿Has pedido de Dios tal
amor?
El esposo que
ama a su esposa con esa clase de amor podrá guiar a su esposa mucho mejor, y
tendrá el apoyo completo de ella.
El ejemplo
de Dios: “Condujiste en tu misericordia a este
pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada” (Éxodo
15.13). “Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Salmo
23.3). “Y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las
saca” (Juan 10.13).
¡Qué bendición
que Dios también nos guía! Un aspecto obvio de su liderazgo es su autoridad. Él
da las órdenes; nosotros las seguimos. Sólo así podremos gozar de su dirección.
Si Dios no tiene autoridad en nuestras vidas, no nos puede
dirigir.
En mi cuerpo
físico, la cabeza controla los demás miembros. En ella tienen su origen las
instrucciones y las órdenes que fluyen por todo el cuerpo a través de los
nervios. Bien, pues Cristo es la cabeza, como lo indican los siguientes
versículos.
El ejemplo
de Dios: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la
cabeza de todo varón” (1 Corintios 11.3). “Aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo” (Efesios 4.15). “Cristo es cabeza de la iglesia” (Efesios
5.23). “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el
principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la
preeminencia” (Colosenses 1.18).
El marido ha
de ser la “cabeza” de la esposa en la misma manera en que Cristo es la cabeza de
la iglesia. Esto lo dicen las escrituras. “El marido es cabeza de la mujer,
así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su
Salvador.” (Efesios 5.23). “Pero quiero que sepáis que Cristo es la
cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer” (1 Corintios
11.3).
Hermano varón,
antes de seguir es importantísimo que entiendas muy bien que tu esposa y tú son
de igual valor ante Dios. “Ya no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3.28).
Pero Dios les
ha dado responsabilidades distintas en la familia. Esto se debe: (1) a la forma
diferente en que los hizo, (2) al orden de su creación, y (3) al orden de su
transgresión. “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre
el hombre.... Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue
engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1
Timoteo 2.12–14).
Con
tranquilidad podemos afirmar que Dios eligió al marido a través del cual dirige
a las familias. Pero, ¿en qué áreas específicas quiere Dios que el marido dirija
a su familia? A continuación te doy algunas áreas que considerar; sin duda, el
Señor te mostrará más.
Dirigir en decisiones
Hay demasiados
maridos perezosos en esta tarea. Tal marido toma pocas decisiones en el
matrimonio o en la familia. No quiere decidir si el hijo necesita disciplina, no
quiere decidir si la hija puede salir con sus amigas, no quiere decidir si deben
mudarse a un barrio más tranquilo, no quiere decidir si deben instalar luz
eléctrica, no quiere decidir si su esposa puede ayudar en la escuela dominical,
no quiere decidir si los hijos necesitan atención médica, no quiere decidir si
van a tener un culto familiar, no quiere decidir cuándo van a tener su culto
familiar, no quiere decidir si su esposa debe trabajar fuera del hogar, no
quiere decidir si es bueno comprar a crédito, no quiere decidir si los niños
deben asistir a la escuela dominical o a los cultos, no quiere decidir qué hacer
con los hijos que rehusan asistir a la escuela o sujetarse a la iglesia.
Prefiere que
su esposa se haga cargo de tales cosas.
¡No seas tú
así! Tú eres la cabeza de tu esposa y de tu familia. Tú tienes que formular
decisiones para el bien de ellos. Dios te diseñó a ti con la capacidad de
dirigir a tu familia. No eches esta responsabilidad sobre los hombros de tu
esposa. Dichosa la mujer cuyo marido dirige a su familia.
Sin embargo,
te advierto que no cometas los siguientes dos errores en el desempeño de tu
liderazgo. En primer lugar, no cierres la mente contra los consejos de tu
esposa. Aunque la decisión final sea tuya, serías muy necio e insensato si
hicieras las decisiones solamente según tu propio parecer. Dios te dio a esa
mujer para ayudarte; él la diseñó especialmente para ser tu consejera. ¡No la
pases por alto!
En segundo
lugar, no le niegues a tu esposa el privilegio de hacer varias decisiones por su
propia cuenta. Ella ya es madura, y al escogerte a ti para ser su marido
¡seguramente demostró que puede hacer decisiones correctas!
Aprende de la
relación entre el jefe y su mayordomo. Toda la autoridad reposa con el jefe,
pero él no hace todas las decisiones en su negocio. Si así fuera, ¿qué necesidad
tendría de un mayordomo?
En Números
30.10–13, Dios da un ejemplo de los límites de la autoridad de la esposa. Dios
dijo a los israelitas que la esposa podía hacer una promesa, pero el marido
podía acordarse o no con esa promesa. Si el marido no estaba de acuerdo,
entonces Dios ya no tenía a la mujer por responsable de cumplir esa promesa.
Permíteme
todavía recordarte de otra cosa. Tu esposa no es la única que está bajo
autoridad. Tú también estás bajo autoridad —la autoridad de Cristo (1 Corintios
11.3). Ten esta verdad siempre en la mente cuando piensas en tu autoridad sobre
tu esposa y tus hijos.
Dirigir responsablemente
Hay algunos
maridos que no quieren aceptar responsabilidad por las consecuencias de sus
decisiones malas. Tal vez por esto otros maridos no quieren hacer las decisiones
en primer lugar. Si algo no sale bien, ellos no quieren tener la culpa.
Hay bastantes
esposos que con toda facilidad culpan a sus esposas o a sus hijos cuando sus
decisiones resultan en un desastre. A mi parecer, el marido que no acepta la
responsabilidad por sus decisiones es una persona inmatura y cobarde. Sólo los
fuertes pueden admitir: “Tomé una decisión mala. La culpa es
mía.”
Amigo mío,
cuando Dios te dio la autoridad en tu matrimonio y en tu hogar, también te dio
responsabilidad. Hoy en día, los hombres quieren tomar toda la autoridad que
puedan, pero no quieren aceptar la responsabilidad por las
decisiones.
Dirigir con metas
Muchos viven
la vida conyugal y familiar sin metas. Viven casi al azar... y piensan que de
alguna manera todo saldrá bien. Tal vez hasta dan un olor espiritual a tal
descuido con comentarios como éste: “Dios es fiel. Él controla todas las cosas.
Tengo fe en que todo lo que nos suceda nos ayudará a bien, así que no me
preocupo.”
Te hago las
siguientes preguntas:
¿Qué tipo de
ambiente quieres en tu hogar? ¿Cuáles características quieres que se desarrollen
en cada miembro de tu familia? ¿Cómo quieres que tu familia sirva a Dios, a la
iglesia, y a la vecindad? ¿Qué quieres que aprendan tus hijos y tu esposa?
¿Cuáles libros quieres que lea tu familia? ¿Qué clase de personas quieres que
sean tus hijos ya cuando sean adultos?
Mira hacia
adelante, y con la ayuda de tu esposa, fija blancos contra los cuales vas a
disparar.
¿Qué sentido
tiene disparar balas, flechas o piedras nada más por el puro gusto de hacerlo?
Sin tener un blanco, los esfuerzos se pierden. Pues así es la vida
también.
Dirigir por ayudar
Decisiones.
Metas. Tu esposa y tu familia necesitan que tú te ejercites en estas cosas, pero
también necesitan algo más. Necesitan tu ayuda.
Una vez que
hayas tomado las decisiones, llega el tiempo para que tú les ayudes a cumplir
con tu voluntad. Una vez que hayas formulado las metas para tu familia y para tu
esposa, es necesario que les ayudes a alcanzar esas metas.
Es como
disparar una flecha de un arco. Puedes tener una meta distante o cerca, pero si
no apuntas tu flecha en la dirección de esa meta, jamás la flecha alcanzará la
meta. Apunta a tu familia hacia las metas que has seleccionado para
ellos.
¿Dices que
quieres ejemplos? Bueno. Yo quiero que mis hijos sirvan a Dios en el campo
misionero o en el salón de clase en una escuela cristiana. Allí está la meta.
Les apunto en esa dirección, mostrando mi interés en tales cosas, dándoles
oportunidades de conocer a unos que sirven a Dios en esas maneras, y
proveyéndoles libros para leer sobre esos temas.
También quiero
que estén siempre dispuestos a ayudar y trabajar. Así que trato de serles un
buen ejemplo en esas cosas. Les leo historias que sacan a relucir esos rasgos
cristianos, les doy oportunidades para trabajar y ayudar a otros, les animo si
por su propia cuenta hacen bien en esto, y les amonesto si fallan por
descuido.
Haz todo lo
que puedes para asegurar que tu esposa y tu familia tengan éxito. Ah, y otra
cosa: que des tu ayuda con mucha paciencia y humildad.
Dirigir con ejemplo
El ejemplo
de Dios: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”
(Mateo 16.24). “Y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan
10.4). “Dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro
2.21).
Podemos seguir
a Dios con confianza porque él va delante, marcando el camino. Él no está
acurrucado por ahí gritando sus instrucciones o señalando la dirección en que
debemos ir. Él nos muestra cómo hemos de hacer lo que él quiere que
hagamos.
Refleja a tu
esposa este aspecto del carácter de Dios. No es suficiente que la dirijas con
tus órdenes. ¡Dirígela con tu vida! Si no quieres que sea chismosa, no seas tú
un entrometido. Si quieres que mantenga la casa en buen orden, guarda en orden
tus propias cosas. Si piensas que debe leer la Biblia, o ser más paciente, o
aguantar mejor el dolor, o vencer la codicia, o mantenerse moralmente pura...
¡enséñale por tu ejemplo cómo se hacen esas cosas!
Aquí te doy
una buena resolución personal para cualquier esposo: No demandaré de otros lo
que yo mismo no esté dispuesto a hacer.
Proveer material y físicamente
El ejemplo
de Dios: “Joven fui, y he envejecido, y no he
visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salmo 37.25).
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le
pidan?” (Mateo 7.11).
Dios trabajó
para proveer todo lo que necesitaríamos. Puso la atmósfera alrededor del planeta
para que tuviéramos aire que respirar y para que hubiera vientos que circularan
ese aire. Sabiendo que necesitamos el agua para tantas cosas, creó los océanos,
los mares, los ríos, y los lagos. También enterró millones de litros de agua
bajo la superficie de la tierra. Sabiendo que el agua no sería suficiente para
mantener la vida, Dios puso todo tipo de mineral nutritivo en la tierra. Creó
las plantas con mecanismos especiales para convertir esos minerales en algo que
nos serviría. Dios no sólo nos dio plantas y animales para utilizar y para
comer; también hizo bastantes plantas y hierbas con propiedades curativas.
Piensa en todo
lo que hizo Dios. ¡El trabajo es bueno! Dios trabajó y le ordenó al hombre que
en eso también se ocupara. La Biblia dice:
“Seis días
trabajarás, y harás toda tu obra” (Éxodo 20.9).
“Os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2
Tesalonicenses 3.10). “Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en
vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos
mandado” (1 Tesalonicenses 4.11). “Todo lo que te viniere a la mano para
hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 9.10).
Dios espera
que el esposo provea a las necesidades físicas de su familia. ¿Significa eso que
les debemos dar lo nuevo, lo mejor, lo más grande, y lo más bonito? Claro que
nos gusta dar a nuestra familia tales cosas, pero raras veces podemos. Pero,
¡qué alegría poder darles lo que necesiten!
El marido debe
darle lo necesario a su familia. Fallar en esta tarea trae reproche sobre Dios
y, por lo tanto, sobre uno mismo. “Porque si alguno no provee para los
suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un
incrédulo” (1 Timoteo 5.8).
Proveer emocionalmente
El ejemplo
de Dios: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y
Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena
esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena
palabra y obra” (2 Tesalonicenses 2.16–17). “Jehová es mi pastor; nada me
faltará.... Confortará mi alma.... Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán
aliento” (Salmo 23.1, 3–4).
Nada me
faltará; absolutamente nada. Cuando las cosas en la vida se pongan difíciles, no
tendré que preguntarme dónde está mi pastor —sé que él está a mi lado. Cuando
esté temeroso o desanimado, él estará allí para quitar mi temor, y para volver a
llenarme de aliento. Él no se reirá de mí, ni se enojará conmigo, ni me
avergonzará. Al contrario, hará todo lo posible para proveer precisamente lo que
mi alma necesite. Dios, en su bondad, provee fielmente mis necesidades
emocionales.
¿Goza tu
esposa de este tipo de provisión de parte de ti? ¡Refléjale el carácter de Dios!
Cuando ella esté de poco ánimo, tú debes estar a su lado para apoyarla y
animarla. Cuando el temor la sobrecoja, tú debes estar allí para darle valor y
comprensión. En tiempos como esos, ella no necesita que le digas: “Ya eres
grande. Te desanimas por cualquier cosita. No entiendo por qué te da temor esto.
Ya no pienses en esto; mejor duérmete ya.”
Muchas esposas
pueden estar fuertes y robustas físicamente... y sus maridos piensan que todo va
bien. Pero en el interior se están muriendo de hambre y sed emocional. Has
provisto lo material que tu esposa necesita. ¿Qué de lo emocional y lo
espiritual? Piensa en las siguientes cosas que tu esposa
necesita:
Comunicación. Antes de casarse, casi
todo varón tiene de qué platicar con su novia. Le encanta estar con ella. Casi
cualquier cosa provoca la conversación. Pero a veces, al poco tiempo después de
la boda, esa fuente de palabras parece irse secando. Él ya no tiene mucho que
decir y le enfada tener que escuchar a su esposa. Él prefiere vivir su vida, y
no quiere saber acerca de la vida de ella. No tiene tiempo ni interés en
platicar con su esposa.
Amigo mío,
éste es un error grave. Debes hablar con tu esposa. Anímala a decirte acerca de
su día. Al llegar de tu trabajo, pregúntale qué hizo hoy, cómo se comportaron
los niños, quién vino a visitarla, cuáles problemas tuvo, y cómo puedes ayudarle
a solucionarlos. Dios es así con los suyos: “Oirá asimismo el clamor de
ellos, y los salvará” (Salmo 145.19). Si piensas que tu esposa está
desanimada, dile que lo piensas, y muéstrale tu interés en conocer los detalles
de ese desánimo. Para ser un marido que provee bien para su esposa, necesitas
oídos grandes.
También
necesitas compartir con ella tus experiencias del día. Dile tus ideas y
proyectos. Busca sus consejos sobre problemas que enfrentas. Tu lengua debe
servir como un balde que se usa para sacar agua de un pozo profundo. “Como
aguas profundas es el consejo en el corazón ... mas el hombre entendido lo
alcanzará” (Proverbios 20.5).
Atención. Ya comenté sobre tu obligación de escuchar las
palabras de tu esposa. Esa es la función de tu oído. Aquí me refiero a tu tarea
de percibir y prestar atención a los sentimientos que están detrás de esas
palabras. Esta es la función de tu corazón y tu alma. Interésate en lo que a
ella le interesa. Aprende a sentir con ella lo que siente.
Habrá
ocasiones cuando tu esposa necesite tanto platicar contigo que empezará a hablar
cuando estés leyendo, estudiando la Biblia, o haciendo un trabajo que requiere
mucha concentración. ¡No te disgustes ni la reprendas! Vence la tentación de
seguir con lo que hacías mientras te hable. Dale tu atención; piensa en lo que
diga; mírala en los ojos mientras te hable. Recuerda que tú puedes clamar a
Dios cuando lo necesites; dale el mismo privilegio a tu esposa. “Desde el
cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare” (Salmo
61.2).
Aprobación. Esposos, Dios es un Dios que sabe alabar a los
suyos. Él expresa la satisfacción que siente por los suyos.
El ejemplo
de Dios: “Porque no es aprobado el que se alaba a
sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” (2 Corintios 10.18). “Porque
Jehová tiene contentamiento en su pueblo” (Salmo 149.4). “Como el gozo
del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo” (Isaías 62.5).
¿Cuán fiel
eres para comentarle a tu esposa sobre lo bueno que ves en ella? Maridos, ¡cómo
fallamos muchos en esto! Fíjate en lo que te gusta de tu esposa, y díselo. Ella
necesita saber que tú estás contento con ella. Su alma tiene hambre de tu
aceptación y alabanza.
¿Qué te parece
este reto?: No critiques a tu esposa ni te quejes de ella sin antes haberla
alabado de todo corazón y con toda sinceridad. Y no la alabes solamente cuando
la vas a criticar.
Comprensión. Una gran parte de proveer a las necesidades
emocionales de tu esposa es compadecer de ella y tratar de comprenderla, así
como Dios lo hace para con nosotros.
El ejemplo
de Dios: “Con él estaré yo en la angustia”
(Salmo 91.15). “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades” (Hebreos 4.15). “Ciertamente ...
sufrió nuestros dolores” (Isaías 53.4).
Esposo, eres
imagen y gloria de Dios. Refleja el carácter de Cristo. Compadécete de tu
esposa; no seas intolerante ni emocionalmente frío con ella. Si Dios está
conmigo en mis tiempos difíciles, mi esposa debe saber que yo estaré con ella en
tiempos semejantes. Esfuérzate por sufrir con ella; Dios lo hace
contigo.
Hay veces que
mi esposa tiene reacciones y sentimientos que yo no puedo comprender. Ella sabe
que por ser yo hombre, no siempre podré comprenderla. Pero si ella sabe que sí
me interesan esas reacciones y esos sentimientos, y que de veras me esfuerzo por
comprender, entonces ella está satisfecha. Mi presencia con ella demuestra mi
interés en lo que sufre.
Pero en la
mayoría de los casos, sí es posible comprender a tu esposa. Ella es humana; tú
eres humano. Las experiencias de nuestras vidas son semejantes, así que no
tienes excusa para no esforzarte por comprenderla. Recuerda lo que has
experimentado tú; recuerda tus temores; recuerda tus ilusiones. Y entonces
trátala a ella como quisiste que te trataran a ti en semejantes
situaciones.
Proveer espiritualmente
Creo que la
mayoría pensamos en esta área primero cuando consideramos la provisión de Dios
para con nosotros. Y con razón, pues él ha hecho grandes cosas por nosotros para
asegurar que tuviéramos todo recurso espiritual necesario. Veamos sólo algunos
versículos que detallan la provisión espiritual que Dios da a los
suyos.
El ejemplo
de Dios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo” (Efesios 1.3). “Fiel es Dios, que no os dejará ser
tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10.13).
“Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas
por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su
gloria y honra” (2 Pedro 1.3).
Tenemos al
Señor Jesús, tenemos al Espíritu Santo, tenemos la palabra de Dios. ¿Qué nos
hace falta? ¡Nada! Dios ha asegurado que tengamos todo lo necesario
espiritualmente. No cabe duda de que él nos ha colmado de toda bendición
espiritual.
Pero, ¿qué de
tu esposa? Sí, es cierto que ella ha recibido toda bendición espiritual de Dios
al igual que tú. Pero, ¿qué provisiones espirituales está recibiendo de ti? Tú
eres su proveedor; ¡manos a la obra!
Tu esposa
necesita que tú tomes la responsabilidad de vigilar por su espíritu. Ella está
bajo tu cargo. Ella necesita que tú ores por ella. Tú conoces (o por lo
menos, debes conocer) sus flaquezas y sus problemas espirituales; ora por ella
específicamente sobre estas cosas. También debes orar por ella diariamente en
sus responsabilidades de madre —¡tanta sabiduría, firmeza, paciencia y amor
necesita para cuidar de los niños y disciplinarlos!
Tu esposa
también necesita la fortaleza que recibe cuando oras con ella. Su
espíritu y su alma se restauran al oírte orar en voz alta por sus necesidades.
También se restauran sabiendo que tú estás allí con ella, apoyándola en oración
mientras ella toma su turno. Si tu esposa falla espiritualmente, pueda ser que
tú hayas fallado en ser el proveedor que necesita. No la
desampares.
Asegura
que tu esposa esté recibiendo el alimento espiritual que necesita. Anímala a
estudiar la Biblia. Provéele buenos libros para leer. Y entonces, ¡permítele
tiempo para hacer estas cosas! Llévala a los cultos regularmente, y estando
allí, ayúdale con los niños para que más fácilmente pueda prestar atención. En
casa, lean la Biblia juntos, además de leerla individualmente. Si observas en tu
esposa alguna flaqueza o descuido espiritual, humilde y amorosamente señálaselo
en las escrituras.
También debes
proteger a tu esposa espiritualmente. Si eres fiel en la oración, la
alimentación, y la amonestación, ya la estás protegiendo en una manera. Edificas
un muro aun más protectivo cuando preves las pruebas y tentaciones que le
vendrán, y de antemano oras con ella y la alimentas de las escrituras. Ese muro
se vuelve más fuerte si vigilas contra las influencias negativas del mundo y del
“cristianismo” pervertido. No todos los libros, revistas y folletos son buenos;
no todo cassette religioso es provechoso.
¡Vigila por tu
esposa y protégela!
La parte de la esposa
Cuando Dios creó a Adán, él le hizo
un varón perfecto. Pero a pesar de su perfección, Adán no era completo. La
opinión de Dios mismo era: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré
ayuda idónea para él” (Génesis 2.18).
Confiamos en que Dios siempre hace
bien las cosas. Así que concluimos que Dios quiso que a Adán le faltara algo.
¡Dios diseñó el vacío en el varón! Y Dios también diseñó la solución al problema
—“hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Génesis 2.22). Hoy en día
también, Dios quiere usar a la esposa para completar a su
marido.
Esposa, Dios te creó a ti
para el bien de tu esposo. Tú tienes una dicha increíblemente tremenda —a través
de ti, Dios va a bendecir a tu marido. Por lo menos, ese es su deseo. Proverbios
18.22 dice: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de
Jehová.” Encontrarás la felicidad sólo si vives conforme al diseño de Dios
para ti.
Hermana, ¡para esto te diseñó Dios
mismo! Recuerda que el varón necesita una ayuda idónea. Por eso y para esto te
creó Dios —“tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer
por causa del varón” (1 Corintios 11.9). Este es el único plan conyugal que
te traerá gozo, confianza, paz, y seguridad.
En este capítulo verás cuatro
aspectos de tu diseño. Dios te ha hecho la única ayuda idónea de tu
marido. Lograrás ser su única ayuda idónea por medio del apoyo, la sumisión, el
amor, y el cuidado de la casa.
¿La mujer apoyar al varón? Pero el
varón es más fuerte que la mujer.
Cierto. Pero la voluntad de Dios es
que ella apoye a su marido. Distintas circunstancias de la vida ponen sobre el
marido presiones que el apoyo de su esposa le ayuda a
soportar.
Frente a la
pérdida
Más adelante veremos que Rebeca
apoyó a su marido después de la pérdida de su querida madre. Tú puedes apoyar a
tu esposo cuando enfrenta la pérdida de un pariente suyo. Pero hay otros tipos
de pérdida: un amigo que se traslada a un lugar distante; la falta de trabajo;
la pérdida accidental de algún miembro físico; la traición de amistad o
confianza; la pérdida de cierto trabajo favorito.
Frente al fracaso
Todos a veces no hacemos las cosas
bien. Habrá ocasiones cuando tu marido fracasará. Y a veces se sentirá un
fracaso aunque en realidad no lo sea. Cuando tu esposo no hace bien las cosas o
fracasa de alguna manera, ¿cómo reaccionas? Tal vez intentó un nuevo tipo de
empleo, y falló. Tal vez volvió a pasarte por alto en una decisión importante.
Tal vez malgastó el dinero. Tal vez trató de reparar algo, y lo dejó en peores
condiciones. Ahora se siente mal, tremendamente mal. En tales tiempos, él
necesita tu apoyo, no tu sermón.
Frente a la dificultad
Esto se puede relacionar a los dos
puntos anteriores. En este tipo de prueba, no es que pierda algo o falle en
algo; sí es que tenga más dificultades de lo normal. Si sabes que tu marido está
pasando por dificultades extras, esfuérzate por ser más tierna y comprensiva. No
escojas este tiempo para comentarle tus quejas, tus desánimos, y tus
desilusiones. Este es el tiempo para ayudarle en lo que puedas para aliviar su
carga.
Frente a la tentación
Tú y tu esposo son uno ante Dios.
Entre muchas otras cosas, esto significa que tú tienes cierta responsabilidad de
ayudarle a vencer las tentaciones. Cuando sepas que él está enfrentando
tentaciones muy fuertes, pide que Dios le dé fuerza especial para resistir al
diablo. Tú conoces las cosas que irritan a tu esposo; si piensas que enfrentará
algunas de ellas, ora por él de antemano. Cuando sepas que él estará en
presencia de mujeres inconversas y seductivas, vigila por tu marido en la
oración. En lo que puedas, ayúdale a evitar las tentaciones sexuales. Por
ejemplo, yo le he pedido a mi esposa que no comente sobre la manera indecente en
que se visten algunas mujeres; eso solamente llama mi atención hacia ellas.
También le he instruido a no dejar a mi vista catálogos que contengan
fotografías de mujeres medio vestidas.
Frente a la responsabilidad
Entre más responsabilidades tiene tu
esposo, más necesita el apoyo tuyo. En estos días, tengo tanto que hacer que no
siempre lo recuerdo todo. Le doy gracias a Dios que me dio una esposa que me
ayuda a recordar mis responsabilidades. Ella también me ayuda a desempeñar
algunas de estas responsabilidades. Tal vez no siempre parezca gran cosa lo que
hace, pero siempre me es una ayuda. Y cuando ella sabe que mis responsabilidades
me sobrecogen por un tiempo, se esfuerza por serme menos carga. Ella confía en
que no la desprecio, y sabe que una vez que pase la crisis, le daré más
atención.
El marido tan fuerte necesita que su
esposa lo apoye en distintas áreas de su vida personal. El esposo necesita...
El apoyo emocional
La madre de Isaac había muerto,
dejando un gran vacío en la vida de su hijo. Dios, quien le había quitado a
Isaac su madre, le dio a Isaac una esposa. Le proveyó a Isaac el consuelo. La
Biblia dice que Isaac “tomó a Rebeca por mujer ... y se consoló ... después
de la muerte de su madre” (Génesis 24.67).
Cuando tu esposo llegue a casa del
trabajo —o del viaje— y esté plenamente desanimado, no le eches encima la carga
de tus propios problemas. Este es el tiempo para que tú cumplas con tu
responsabilidad de apoyarlo. Dale la oportunidad de hablarte sobre lo que salió
mal. Escucha con paciencia y busca la manera de ayudarle a recobrar ánimo.
Ayúdale a pensar en el Señor y a encontrar respuestas bíblicas. Expresa tu
confianza en él y en sus habilidades. Y ¿qué de tus propios dolores emocionales?
Más adelante tendrás oportunidad de compartirlos con él. Al escucharle a él,
ayudarás a abrirle el corazón para que él te escuche a ti.
El apoyo espiritual
El esposo es el líder espiritual de
su hogar. Por eso es el blanco más importante para el diablo. Tú puedes apoyar a
tu marido en su batalla espiritual. Ora cada día por él, por ti misma, y por los
hijos. Mantén fija tu propia sumisión. Apoya a tu marido en su disciplina a los
hijos, para que no se desarrolle en ellos un espíritu de rebeldía. Dile que
pondrás versículos bíblicos en la pared... si él los escoge. Haz lo que puedas
para facilitar un altar familiar. Recuerda que estás para apoyar, ayudar, y
animar —y no para mandar. No caigas en la trampa de ser regañona y
quejosa.
El apoyo físico
Aunque es muy cierto que el físico
masculino es mucho más fuerte y robusto que el femenino, hay veces en que el
hombre también necesita el apoyo físico de su esposa.
Cuando tu esposo esté cansadísimo o
enfermo, es posible que necesites hacer algunos de los negocios de él en el
hogar. Si sus músculos duelen, ofrece darle un masaje. Si se ha herido, sé su
enfermera.
Parece que en este mundo nadie
quiere someterse a nadie. Parece que todos quieren ser libres. Y todos quieren
ser iguales a otros. El empleado quiere ser igual al patrón. El alumno quiere
ser igual al profesor. La mujer quiere ser igual al varón. Y este problema se
extiende a través de muchísimos matrimonios.
La sabiduría terrenal le susurra a
la mujer seductivamente: “No te sometas a tu marido. Él no es más importante que
tú; ustedes son iguales. Vive según tu propia voluntad. Si a él no le gusta, que
se marche.” Y así muchas mujeres se precipitan por la vereda engañosa de la
independencia y la rebeldía.
Al contrario, la sabiduría celestial
aconseja el camino alto y seguro de la sumisión: “Las casadas estén sujetas a
sus propios maridos, como al Señor” (Efesios 5.22). En un mundo que con
rapidez se arroja a la perdición y a la desdicha, ¡cuánto necesitamos a mujeres
que con gozo se someten! Sin tales mujeres, nuestros hogares, nuestras iglesias,
y nuestras culturas se desintegrarán. ¿Eres tú una mujer
sumisa?
¿Qué es la sumisión?
Primero te digo algunas cosas que la
sumisión no es: no es falta de importancia ni de valor; no es falta de
inteligencia ni de sabiduría; no es esclavitud.
Para ver lo que la sumisión femenil
sí es, fíjate en las siguientes cosas que debes hacer.
Ceder ante tu marido
En la carretera, cuando un chofer
cede ante otro, le da preferencia. Tal chofer conduce a su vehículo con
seguridad y tranquilidad porque no está compitiendo con otros por ser el
primero.
La esposa sumisa da preferencia a
los deseos y a las necesidades de su esposo. Se deleita en poner a su marido
antes de sí misma. Con gozo busca conformarse siempre a la voluntad de su
esposo, a menos que sea contra la voluntad de Dios. Por ejemplo, si a su esposo
no le gusta que se lave el cabello afuera, lo hace dentro de su casa. Tal mujer
tiene una vida de seguridad y serenidad porque no compite con su marido. Sí,
puede hablar, puede dar su opinión. Pero siempre está sumisa.
La esposa sumisa encuadra con la
vida de su esposo. Como una cometa ante el viento, ella permite que los
propósitos de su esposo la conduzcan por la vida. Sigue las instrucciones de su
marido, como también sus deseos, sus ambiciones, y sus placeres. Por ejemplo, si
él decide que ya no deben comprar a crédito, ella dice: “No, gracias” a tales
oportunidades.
Obedecer a tu esposo
La Biblia dice que la mujer debe
someterse a su esposo así como la iglesia se somete a Cristo. También dice que
la mujer ha de amar a su marido (Tito 2.4). El amor es más que bonitos
sentimientos emocionales y físicos. En Juan 14.15, Cristo enseña que el amor de
la iglesia hacia él resulta en obediencia, pues dice: “Si me amáis, guardad mis
mandamientos.”
La esposa sumisa y amorosa cumple
con cuidado las órdenes de su marido. Pero la esposa idónea no está satisfecha
con esperar hasta que se le diga qué hacer. Esta mujer se esfuerza por descubrir
la voluntad de su esposo. Y entonces encuentra su satisfacción en cumplirla. En
cambio, la mujer que actúa sólo cuando su esposo le dé órdenes directas no ha
aprendido a ceder ni a adaptarse muy bien.
Respetar a tu esposo
Sin el respeto, los tres puntos
anteriores carecen de sabor y valor. Efesios 5.33 dice claramente: “La mujer
respete al esposo”. La esposa que respeta a su marido...
1. Lo nota. Se
da cuenta de las buenas cualidades que tiene. Ella sabe mejor que nadie que él
no es perfecto, pero ella no se fija en sus fallas. No espera para notar a su
marido hasta que éste haga algo “grande”. De día en día, ella busca lo bueno en
su esposo. Si su esposo provee para su familia, si es tierno y comprensivo, si
es atento y paciente, si arregla las cosas descompuestas, si mantiene limpio el
patio —ella lo nota.
2. Lo estima.
Lo lleva consigo en sus pensamientos, pensando en él en vez de los demás hombres
con quienes se encuentre. No coquetea con otros. No menosprecia el alto valor
que él tiene. Este hombre no es sólo su esposo, ¡es su amigo íntimo! Ella espera
de él lo mejor y busca animarlo en ello. Ella no lo compara con otros hombres en
una manera negativa. No lo hiere notando que otros varones son más musculosos, o
más interesantes, o menos gordos, o más listos, o menos irritables, o mejores
mecánicos. Ella no espera que él sea un superhombre; lo estima por ser un hombre
normal.
3. Lo honra.
La mujer cristiana no mantiene dentro de sí lo bueno que ve en su marido. ¡No! A
ella le encanta expresar estas cosas. Habla sobre lo positivo que ve en
él. Sin ser lisonjera, ella alaba todo lo que pueda en él —ya sea su habilidad
musical o su manera especial con los niños o su caballerismo al abrirle las
puertas. Quizás le falte mucho a tu esposo en las tareas mencionadas en el
capítulo anterior. Descubre las áreas donde él sí cumple y agradécele por ellas.
No seas rezongona; muéstrate agradecida. Sea mucho o sea poco, agradécele por lo
que te provee, por el amor que te muestra, y por la dirección que te
da.
4. Lo
prefiere. ¡Con razón lo desea y lo aprecia sobre cualquier otra persona!
Busca su compañía, sus consejos, sus decisiones, y su aprobación. Se esfuerza
por conseguir su comodidad y su bienestar. Con sus ojos y oídos nota lo
bueno en él. En su mente estima el valor de él. Con su boca lo
honra por lo que ha visto. ¡Lo prefiere con su alma! Le agradece a
Dios por él, contándose bendecida por ser su esposa.
Velarte el cabello
Según 1 Corintios 11.2–16, el velo
sobre la cabeza de la mujer cristiana señala su aceptación del orden que Dios
estableció para el hogar.1 La
mujer debe llevar esta señal de sumisión en todo tiempo porque en todo tiempo
debe aceptar el plan de Dios y someterse a su marido. La hermana que rehusa
llevar el velo rechaza la señal de la autoridad del varón, y así trae deshonra a
su marido.
Al contrario, la esposa velada trae
honra a su marido. Su velo declara a todo el mundo su intención de ceder ante
él, adaptarse a él, obedecerle, y respetarle. Y a la vez, si ella cumple con
estas cosas, da a esta señal su pleno valor. Su velo debe representar la
realidad interna de su relación con Dios y con su esposo. Pudiéramos decir que
su velo es el recordatorio constante de lo que su vida debe
mostrar.
Aclaremos aquí que este velo es algo
artificial, y no el cabello. La palabra también en 1 Corintios 11.6
muestra claramente que se está hablando de algo encima del cabello. Si el
cabello fuera el único velo y ella rehusara tener cabello, ¿cómo podría aún
tener cabello para cortarse?
Entender por qué
Hasta este punto nos hemos supuesto
que todo lector acepta que la esposa debe someterse a su esposo. Pero es posible
que algunos no lo acepten, o que no comprendan por qué Dios mandó tal cosa. ¿Por
qué debe la esposa someterse a su marido?
Dios quiere que le obedezcamos
aunque no comprendamos, pero pueda que aprecies mejor la sumisión si entiendes
por qué Dios mandó que te sometieras. Considera estas dos razones: (1) porque
Dios sabe lo mejor, y (2) porque someterte trae harmonía y
felicidad.
1. Dios sabe lo mejor. Dios es
soberano y él estableció la autoridad del varón sobre su esposa. En 1 Timoteo
2.11–14 nos dice por qué: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino
estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue
engañado, sino la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.” Firme y
claramente revela su voluntad para la esposa —sumisión. Esto es su plan, su
único plan. Esposa, debes seguir la dirección de tu esposo como tu cuerpo
sigue la dirección de tu cabeza (1 Corintios 11.3). Oponerte a la autoridad de
tu esposo es oponerte a Dios (Romanos 13.1–2). Dios también es el Creador. Él
diseñó a tu esposo para dirigir y tomar las responsabilidades pesadas que
acompañan el liderazgo. En cambio, Dios te diseñó a ti para ser una seguidora y
una ayudante. El Creador seguramente sabe cuál papel es el mejor para el varón,
y cuál es el mejor para la mujer. ¡Que nadie se atreva a alegar con el
Creador!
2. Someterte trae armonía y
felicidad. Si entiendes la música, sabes que sin el orden no existe la
harmonía. Así es en el hogar y en el matrimonio —el orden y la sumisión
contribuyen en gran manera a la harmonía. Cuando la esposa rechaza la autoridad
de su esposo, destruye toda posibilidad de harmonía. Me imagino que tú bien
sabes qué pasa entonces —la felicidad personal huye. La esposa que rehusa el
liderazgo de su esposo vive una vida más y más miserable, y llega a hacer de su
hogar un campo de batallas.
Esposa, tú necesitas la
protección de las asperezas de la vida, y de los asaltos espirituales del
enemigo de tu alma. La vida tiene sus asperezas, y aunque la sumisión no las
eliminará, seguramente las hará más tolerables. Cuando tus hijos observen que
obedeces a tu esposo, te tratarán con más respeto. Y cuando te falten el
respeto, tu marido tendrá más motivo por defenderte e instruirles en cómo
tenerte mejor respeto.
Si vives bajo la autoridad de tu
esposo, también tienes grandes defensas contra la tentación. Por lo contrario,
la rebelión, como la brujería, nos pone plenamente en territorio satánico (1
Samuel 15.23). Conozco a una esposa que parece no poder vencer la depresión por
largo tiempo. Esta misma mujer ha batallado con la sumisión a su esposo por
muchos años. Si ella se sometiera de todo corazón, los ataques del diablo serían
menos eficaces contra ella y tendría más éxito en su batalla contra la
depresión.
Me imagino que toda mujer anhela el
aprecio, el apoyo y la honra de su marido. ¡Y cuántas
esposas no logran la satisfacción de este anhelo porque rehusan vivir sumisas a
sus maridos! Son pocos los varones que les brindan estas cosas a las mujeres
independientes e insumisas.
¿Es tu esposo un inconverso? Él debe
saber por su propia experiencia que la mujer cristiana es la mujer más sumisa
que pueda haber. En todo lo que puedas, obedécele, y verás que tendrás un
testimonio eficaz. La sumisión es tu herramienta más útil para ganarlo
para Cristo: “Vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que
también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta
de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa” (1 Pedro
3.1–2).
Buscar ejemplos
Creo que todos aprendemos mejor al
ver ejemplos e ilustraciones. Dios te da ejemplos para ilustrar el alcance de tu
relación sumisa con tu marido. Veamos dos ejemplos de la Biblia: Sara en el
Antiguo Testamento y la iglesia en el Nuevo Testamento.
1. El ejemplo de
Sara. Esta mujer aceptó la autoridad de su esposo. Varias veces dejó lugares
conocidos, personas conocidas, y circunstancias conocidas, para estar con él.
Por lo menos en dos situaciones, Sara mintió (conforme a órdenes de él) para
protegerlo. Cuando su esposo le dijo que preparara comida, lo hizo a pesar de
estar ocupada con otras cosas.
¿Debes mentir como Sara si tu esposo te lo manda?
Claro que no. Nunca, ni por ningún
motivo, es bueno mentir hoy día. Sin embargo, Sara se presenta como ejemplo de
esposa sumisa. Estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham,
llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el
bien, sin temer ninguna amenaza” (1 Pedro 3.5–6).
2. El ejemplo de
la iglesia. La iglesia se somete a Cristo gozosamente. Sin queja somete su
voluntad ante la de él. Anhela tanto hacer la voluntad del Señor que pone a un
lado sus propios deseos. Alegremente acepta el señorío total de Cristo.
Algunos versículos que muestran esto son Juan 14.15, 21; Juan 15.14; 1 Juan 5.3;
Lucas 14.33; 18.28; Filipenses 3.7. “Así que, como la iglesia está sujeta a
Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios
5.24).
Te dejo un reto más antes de tratar
el siguiente tema. Tu sumisión a tu esposo revela tu confianza en el Señor, tu
obediencia a él, y tu amor hacia él. Entre más sumisa seas a tu esposo, más
claro se ven este amor, confianza, y obediencia. ¿Por qué? Porque es Cristo que
te manda someterte a tu marido. Si en realidad amas al Señor, le obedecerás en
todo sin poner condición alguna. Si de veras confías en su sabiduría y
omnisciencia, sin reserva alguna te entregarás al señorío de tu marido. No te es
posible amar a Jesucristo ni confiar en él ni obedecerle si no estás dispuesta a
someterte al hombre con quien estás casada.
Si el Señor quisiera café cada día
al llegar del trabajo, ¿lo tendrías listo? Si Cristo te pidiera un masaje de
pies, ¿se lo darías? La Biblia dice que las casadas deben estar “sujetas a sus
propios maridos, como al Señor” (Efesios 5.22).
Deleítate en servir a tu esposo,
porque ésta es una manera de servir al Señor.
En el capítulo anterior vimos que el
amor del marido se expresa bien en el sacrificio. En este capítulo ya
aprendiste que la sumisión expresa mejor el amor de la esposa. Y estás
para aprender otras maneras de expresar tu amor por tu esposo.
Usar la
consideración
No te quejes de los padres de tu
marido —aunque sean muy entrometidos.
No seas mandona ni regañona; puedes
darle a tu esposo ideas o sugerencias, pero ¡no lo persigas con ellas! No lo
critiques ante sus hijos, sus familiares, sus amigos... ante nadie. No lo
acuses... de lo que sea. Agradécele por lo que hace por ti y la familia. Mantén
quietos a los niños mientras él toma su siesta.
Darle atención a tu
esposo
Interésate en el trabajo de tu
esposo —pregúntale sobre sus actividades del día. Pero ¡no hagas esto como si
fueras una investigadora policiaca! Si él piensa que no más andas de chismosa y
sospechosa, pueda que resienta tus preguntas. Cuando te diga algo, pon buena
atención. No seas como un poste; contribuye a la conversación
también.
Descubre lo que le gusta... y
sírvele de esta manera. Hay ciertas comidas que me gustan mucho, así que de vez
en cuando mi esposa me las prepara sin que yo tenga que darle la idea. Tú puedes
descubrir los gustos especiales de tu marido, preguntándole u observando sus
reacciones ante ciertas cosas o actividades.
Tener confianza en tu
esposo
No seas pronto para acusar a tu
esposo de pensar adúlteramente. Permítele pasar tiempo con sus amigos. Expresa
tu confianza en su lealtad a ti.
Deja que tu esposo dirija el hogar.
Tal vez piensas que él no es buen líder, pero no le ayudas si tomas el lugar que
le pertenece a él. Apóyalo en todo lo que puedas, puesto que Dios le ha puesto a
él por jefe del hogar.
Tener
paciencia
Acepta los fracasos de tu esposo. No
te vuelvas una criticona; perdónalo. Reconoce que hay cosas que necesita
aprender, y parte del aprender es fracasar.
Cuando el clima se vuelve áspero, el
edificio donde vivimos nos refugia. Dentro de sus paredes estamos protegidos y
tranquilos. Así debe ser tu hogar emocional y espiritualmente. El mundo se
vuelve más y más difícil y hostil; la vida amenaza a tu familia por todos lados.
Pero en tu hogar tus hijos encontrarán refugio... si edificas tu hogar con
sabiduría. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la
derriba” (Proverbios 14.1).
El hogar que funciona bien provee
seguridad, aceptación, comprensión, estabilidad, y amor a todo miembro de la
familia —padre, madre, e hijos. La esposa que cumple el plan de Dios para sí
misma construye tal hogar. Pero no intentes tal obra por tu propia cuenta;
depende del Carpintero Maestro. “Si Jehová no edificare la casa, en vano
trabajan los que la edifican” (Salmo 127.1)
La mujer virtuosa ocupa un lugar
básico en la vida de su familia. El esposo es el líder, pero es muy inadecuado
para edificar el hogar solo. El marido sabio depende de su esposa para
establecer un ambiente de orden, belleza, limpieza, y cuidado. ¡Qué posición tan
elevada tienes, esposa! “Las ancianas ... enseñen a las mujeres jóvenes a
amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su
casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea
blasfemada” (Tito 2.3–5).
Este cuidado de la casa es uno de
los trabajos más agotadores que haya en este planeta. Pero precisamente, ¿qué
significa ser cuidadosa de tu casa? Considera las siguientes cosas y descubre
las áreas donde puedes mejorar.
En las rutinas domésticas
encontramos algunas de las responsabilidades más obvias de la ama de casa. La
esposa virtuosa cocina, hornea, y friega los platos; limpia la casa y el patio;
lava ropa, la plancha y la remienda; cuida de las plantas y los animales; hace
compras. ¡Y la lista parece apenas principiar!
La esposa también tiene
responsabilidades que la pueden interrumpir en casi cualquier momento. Muchas
veces tiene que reaccionar rápidamente para solucionar problemas. Necesita
vigilar a los niños, solucionar contenciones, cambiar pañales, preparar de prisa
el café, vendar la mano cortada, y corretear las gallinas que quieren almorzar
en la hortaliza.
En todas sus responsabilidades, la
esposa tiene que adaptarse a varios papeles distintos. Veamos cinco papeles a
los cuales ella se tiene que adaptar para poder cumplir con sus
responsabilidades: Tiene que ser gerente, enfermera, consejera, maestra, y
trabajadora social.
Gerente
La esposa buena es tal que su esposo
puede confiar en ella, sabiendo que ella manejará con juicio los recursos
materiales de la familia. Ella es frugal con su dinero, invirtiéndolo sabiamente
(Proverbios 31.24). Lo que tiene, usa a la mayor ventaja. Evita gastar dinero
que no tiene —comprando a crédito.
Enfermera
Cuando la niña sangra de la nariz o
el esposo tiene dolor de muela o el bebé tiene fiebre o el niño se lastima el
brazo... la mamá está allí para socorrer. Además de saber tratar los malestares,
sabe prevenirlos con limpieza, higiene, y una dieta nutritiva. Insiste en que se
laven las manos después de ir al sanitario y no permite que los chiquillos anden
todos sucios. Ah, y si ella misma se enferma... ¡tiene que seguir con sus
negocios!
Consejera
Pleitos, problemas, oportunidades,
decisiones —la familia acude a la mamá por sus consejos. Muchas esposas influyen
con sus hijos en caminos peligrosos. No seas tú de ésas.
Los oídos de la mamá siempre están
atentos y su corazón nunca deja de sentir el dolor de otros. Anima a su esposo
después de un día difícil, conforta a sus hijos en sus tragedias personales, y
se regocija en los triunfos de los demás. El hecho de que ella fielmente
desempeña este papel se debe a su fiel lectura y estudio de la
Biblia.
Maestra
La esposa vigila el avance de la
educación de sus hijos. Antes de que asistan a la escuela, les enseña a
limpiarse y a vestirse. No les permite ser vagos en vez de ir a la escuela.
Cuando tienen tarea, ella asegura que la hagan a tiempo. Si tienen dificultades
en alguna área de sus estudios, les ayuda a aprender. En lo que le sea posible,
evita que tengan que aprender cosas falsas o inmorales en el salón de clase. Y
si aprenden lo malo en la escuela, ella apoya a su esposo en corregir lo que han
aprendido.
Trabajadora social
Aunque la esposa está ocupadísima
con sus propios quehaceres, tiene tiempo para ayudar a otros. A pesar de sus
propias necesidades, se fija en las necesidades de otros. Con gran diligencia se
esfuerza por proveer lo que necesiten. Aunque sea pobre, encuentra oportunidades
de ayudar a los que tengan menos que ella.
Satanás se aprovecha de los tiempos
de crisis económica para impedir que la esposa se dedique a ser ama de casa. No
permitas que el enemigo astuto te saque de tu hogar de esta manera. Al enfrentar
tales situaciones, considera bien (con tu esposo) tus prioridades. ¿Vivirán con
menos, o abandonarás a tus hijos tiernos? Si la madre trabaja fuera del hogar,
¿dónde quedarán los niños? ¿Se quedarán en la escuela, en las calles, con
vecinos, o con los abuelos? ¿Acaso encontrarán ellos allí la protección y la
estabilidad que necesitan? ¡No! Si no se trata de un caso extremo en que el
marido esté incapacitado o ausente, permanece en casa, ayudando a tu familia a
vivir con menos. Y si se trata de un esposo que no cumple... busca
consejos.
Esto no significa que no puedes
ayudar con el sostén de tu familia. La mujer virtuosa busca ayudar a su esposo
económicamente... desde su casa (Proverbios 31.22, 24). Esposa, no te ausentes
del hogar para trabajar. Si tu esposo te anima a hacerlo, investiga la
posibilidad de hacer algún tipo de trabajo en tu propia casa. El verano pasado
mi esposa horneaba pan y lo vendía un día por semana. Con esos fondos compraba
nuestros alimentos básicos, tela para cortinas y un par de zapatos para nuestra
niña menor. Otra hermana corta flores cerca de la casa para vender a la gente
del pueblo. Otras hacen tejidos, vestidos, o pasteles. Pero cualquier trabajo
puede impedir que cumplas con tus responsabilidades hacia tu familia.
¡Cuídate!
Para concluir esta sección sobre la
ama de casa, considera los árboles pequeñitos. ¡Qué flaquitos y débiles!
Cualquier viento o lluvia los echa al suelo. Pero con una vara al lado tendrán
suficiente protección y apoyo hasta desarrollar su propia fuerza y madurez. ¿Ves
la comparación? Tus hijos son esos árboles inestables; ¡tú eres su sostén y
protección! Sin ti, ¡grande será el desastre de ellos!
¡Gracias a Dios por madres fieles y
amas de casa que proveen el ambiente estable que sus familias
necesitan!
Si tu esposo no sigue al Señor, aún
es cierto lo anterior. Sólo en casos en que él quiera que desobedezcas al Señor
te verás obligada a desobedecer a tu marido.
Si tú y tu esposo eran solteros
cuando se casaron, tu matrimonio es aprobado y apoyado por Dios. Tu matrimonio
es algo santo y sano. La bendición de Dios reposa sobre tu matrimonio. Dios
puede llenar tu vida matrimonial de felicidad, éxito, paz, y
realización.
Tú eres la Eva de tu esposo. Vive
para su bien. Relaciónate a él con esto en la mente: Haré todo lo que pueda
para ayudarle, para mejorar su vida, para encajar bien con sus planes (aunque
por ser él pecador, sean un poco egoístas), para ser un conducto de la bendición
de Dios a él. Si se lo pides, Dios te dará un deleite en servir a tu esposo
de esta manera. Descubrirás diferentes maneras de hacer que la vida de tu esposo
sea una delicia y una satisfacción feliz.
Puedes entregarte enteramente a tu
esposo. Él debe observar que sólo Dios y su iglesia te importan más que él. Él
debe ver que tu cristianismo no te ha hecho independiente de él. Esfuérzate por
compartir con él tus anhelos y temores personales, y tus metas para la familia.
Esto le dará las oportunidades de ejercerse como tu cabeza, protector, ayudador,
y amante. El hecho de que él sea inconverso no hace impura tu relación íntima
con él.
¡Dios te ha diseñado para ayudarle a
cumplir su plan para tu esposo impío! ¡Puedes ser colaboradora con Dios! Dios
busca la salvación de tu esposo, y él depende de tu ayuda. “Asimismo
vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no
creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus
esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa” (1 Pedro 3.1–2).
En vez de entristecerte y
desanimarte, la grandeza de tu tarea debe arrimarte más al
Señor.
Entrégate por completo al trabajo
que Dios te ha dado. Él comprende que tú no podrás cumplir perfectamente tu
papel de esposa, especialmente si careces del apoyo de tu marido. Pero eso no
disminuye lo que Dios espera de ti. ¿Por qué no? Porque él está a tu lado, listo
para darte la fuerza para hacer lo que piensas que ya no puedes
hacer.
Las bendiciones de la vida
matrimonial
Al haber estudiado las tres
lecciones anteriores, es muy posible que tú reacciones como los discípulos del
Señor en Mateo 19.10: “Si así es la condición del hombre con su mujer, no
conviene casarse.” ¡Tantos ajustes y problemas! ¡Cuántos compromisos y
obligaciones para los esposos! ¿Para qué casarse?
Como en todo aspecto de la vida,
junto con cada bendición hay responsabilidad. Con cada privilegio viene
obligación. Nada en la vida es totalmente gratis; todo nos cuesta algo. Así que,
no te espantes con lo que el matrimonio demanda de los cónyuges, porque el
matrimonio también nos rinde amplias bendiciones.
En este último capítulo veremos
cinco de las bendiciones que Dios tiene para los casados. Algunas de estas
bendiciones están disponibles para toda pareja casada, y algunas se reservan
exclusivamente para cristianos.
La vida sin propósito es un
sinsabor. Los que se casan tienen nuevos propósitos en la vida. Encuentran
grandes bendiciones al entregarse al cumplimiento de esos
propósitos.
Los casados tienen el propósito
nuevo de complacer a su cónyuge. Primera de Corintios 7.32–34 dice
claramente que “el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo
agradar a su mujer.... La casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo
agradar a su marido.”
Antes de casarme, ¡qué bendición me
era dar felicidad y gozo a mi novia! ¿Por qué? Porque la amaba. Ahora que somos
casados, tengo muchas más oportunidades para agradar a mi esposa. ¡Qué
bendición!
Otro propósito nuevo del casado es
amar. No es que ya no puedas amar a otras personas, pero ningún otro amor
humano ha de compararse con el amor que tienes para con tu cónyuge. Ahora puedes
brindar tu amor a un individuo en particular. Ya que no tienes que buscar otro
amor especial, puedes darte enteramente a éste. ¡Qué
oportunidad!
Si eres varón, tienes el propósito
de proveer para tu esposa y tus hijos. Darles lo que necesitan es un
privilegio de gran magnitud. Tantos hombres en este mundo no tienen con que
proveer para sus familias. Saber que tu familia depende de ti y que tú harás
todo lo posible por no fallarles te puede traer muchísima
bendición.
Si eres mujer, tienes el propósito
de ser ama de casa para tu marido. ¡Qué bendición te es poder dar a tu
esposo y a tus hijos un hogar ordenado, ropa limpia, y alimentos bien
preparados! Con gozo te esfuerzas por hacer cierto Proverbios 31.11–12: “El
corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias. Le da
ella bien y no mal todos los días de su vida.”
Estar casado con la mujer que amo
más me es una gran bendición. Ya no estoy solo. Para mí ya se ha cumplido
Génesis 2.18: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le
haré ayuda idónea para él”.
Tengo mi ayuda idónea, y con
ella estoy plenamente satisfecho. Y según lo que me dice, ella piensa lo mismo
de mí. Dios nos dio el uno al otro para que tuviéramos alguien con quien
compartir nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Toda pareja debe
encontrar entre sí compañerismo, amistad, confianza, y
comprensión.
Mi esposa y yo nos
completamos y nos complementamos muy bien. Algunos de mis puntos
débiles resultan ser puntos fuertes de ella, y viceversa. Y yo creo que es así
en la mayoría de los matrimonios. Con la ayuda del otro, poco a poco las
debilidades de los dos se vuelven en fortalezas.
Así Dios usa a los cónyuges para
avanzar su obra en los dos, y así tanto Dios como los cónyuges resulta
satisfecho con el matrimonio. Dios desea que la mujer sea “la corona de su
esposo” (Proverbios 12.4); también quiere que el esposo ayude a su esposa a
mejorarse (Efesios 5.25–28). Dios quiere que encuadremos bien con nuestro
cónyuge, encontrando así la ayuda y la unidad que necesitamos.
En nuestra era, muchos piensan de
los niños como de una lata y una maldición. Muchas parejas no quieren tener las
molestias y las responsabilidades de hijos. Buscan toda manera de impedir el
embarazo. Si aún resulta concepción, cometen homicidio (o sea, aborto). ¡Esta
actitud hacia los niños es una abominación; contradice la opinión y la voluntad
de Dios!
Si Dios acordara con la opinión del
mundo presente, no hubiera ordenado en Génesis 1.28: “Fructificad y
multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla.” Dios tiene una opinión
altísima de los niños. Cristo se indignó cuando sus discípulos reprendieron a
los que le traían sus hijos. Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no
se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios” (Marcos 10.14).
Amigo, amiga, tenlo por cierto que Dios nunca menosprecia a los niños. Nota la
certeza de Salmo 128.3–4: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados
de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que
así será bendecido el hombre que teme a Jehová.”
En vez de una maldición, ¡los hijos
son una bendición de la mano de Dios mismo! En Salmo 127 los hijos son
identificados como “herencia de Jehová”: “He aquí, herencia de Jehová son los
hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente,
así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su
aljaba de ellos” (3–5).
Además de la bendición de procrear
hijos, Dios nos da el privilegio de contribuir al desarrollo de nuestros hijos
en todo aspecto de su ser —cuerpo, espíritu, y alma. Sobre nosotros cae la
responsabilidad de la enseñanza. Los padres cristianos tenemos el reto de
impartirles una herencia de piedad.
En nuestros hijos se nos da la
bendición de la influencia de largo alcance. Lo que yo les enseño a mis hijos
probablemente llegará a ser lo que ellos les enseñarán a sus propios hijos... y
a sus amigos. Mis puntos fuertes y mis puntos débiles se propagarán de una
generación a la otra. Mis hábitos y mis preferencias fácilmente podrán llegar a
ser los hábitos y las preferencias de mis nietos... y de los bisnietos de mis
nietos. La Biblia varias veces se refiere a esto en pasajes como los
siguientes:
“Las cuales hemos oído y
entendido; que nuestros padres nos las contaron. No las encubriremos a sus
hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia,
y las maravillas que hizo. El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en
Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; para que
lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán
lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se
olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos” (Salmo
78.3–7).
“Generación a generación
celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos” (Salmo
145.4).
“De esto contaréis a vuestros
hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación” (Joel
1.3).
Esta bendición de hijos no le es
concedida a toda pareja. Esto no quiere decir que ese matrimonio no puede ser
bueno, feliz, ni lleno de realización. Aunque Dios decida no concederles
hijos, su matrimonio es tan completo a sus ojos como otro que sí tiene
hijos.
Dios nos ha dado a todos distintas
oportunidades para servir. Podemos servir a Dios, podemos servir a la familia,
podemos servir a la comunidad. Los casados gozamos de la bendición del servicio
unido.
En el Nuevo Testamento, tenemos el
ejemplo de Aquila y Priscila. No nos dice mucho de ellos, pero lo que sí nos
dice es tremendo: “Cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le
expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hechos 18.26). “Saludad a
Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús” (Romanos
16.3).
El esposo y la esposa pueden
practicar la visitación y el aconsejar juntos. Tu esposa nunca se parará contigo
detrás del púlpito para que así puedan predicar juntos. Pero sí puede contribuir
a sus mensajes con sus ideas, con su punto de vista femenino, y con su
concordancia mental (ayudándole a encontrar cierto versículo a último
minuto).
Algunas parejas colaboran juntos
para repartir folletos. Una esposa que conozco le ayudó a su esposo a construir
una casa pequeña para una viuda necesitada.
Al colaborar para el bien de otros,
los cónyuges juntos participan de la bendición de saber que han ayudado a otros.
Y qué bendición cuando vemos el fruto de nuestra labor: parejas satisfechas,
familias contentas, y personas que siguen al Señor.
En la bendición de la protección
moral vemos la provisión sabia de nuestro Dios amoroso. Habiéndonos creado con
instintos, impulsos y deseos sexuales, no nos abandonó para quemarnos en
lascivias y codicias. Dios nos ha dado la relación más sana y santa para
expresar esos deseos: el matrimonio. Por medio del matrimonio, Dios quiere
protegernos de los asaltos y las consecuencias de la inmoralidad. “Pero a
causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su
propio marido. No os neguéis el uno al otro ... para que no os tiente Satanás a
causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7.2, 5).
“Digo, pues, a los solteros y a las
viudas ... si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que
estarse quemando”
(1 Corintios 7.8–9).
Con esto no digo que los solteros no
pueden vivir vidas puras. Dios da al cristiano soltero el poder para vencer en
toda situación. Pero al casado Dios añade una protección especial. Si eres
casado, gózate de esa protección.
Dios dio a los varones la habilidad
de formular decisiones intelectuales y no tanto emocionales. El hombre y la
mujer usan procesos diferentes para llegar a sus decisiones. El hombre se apoya
mayormente en el razonamiento; la mujer suele dar mayor atención a la intuición.
De esta manera, Dios nos diseñó para traer equilibrio a las vidas de nuestros
cónyuges. De esta manera Dios nos protege de decisiones no
sabias.
En el matrimonio Dios bendice a los
cónyuges con aun otro tipo de protección. Dios ayuda a los cónyuges a protegerse
el uno al otro de la depresión, la congoja, la tristeza, y la amargura. No es
que estas cosas nunca atacan a los casados, pero con el apoyo y el sustento del
cónyuge, se aguantan mucho mejor.
Los casados que siguen el plan de
Dios para el matrimonio son los amigos más íntimos. Juntos enfrentan la vida,
solucionando problemas y apoyando el uno al otro.
¡Qué bendición!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario