Texto original del libro: Cerdos en la Sala. de Frank e Ida Hammond.
Los espíritus inmundos pueden invadir, y habitar los cuerpos de los hombres. Es su objetivo hacerlo así. Al habitar una persona, obtienen una ventaja mayor para controlarla, que cuando trabajan desde el exterior. Cuando los demonios habitan a una persona se dice que tiene "espíritus malignos", o que está con "espíritus del mal", o que está "poseída por demonios": Marcos 9:17; Lucas 4:33; Marcos 1:23; Marcos 5:2; y Mateo 4:24. La palabra que se tradujo como "poseído", es el término griego: "daimonizomai".
Muchas autoridades en el idioma griego, dicen que no es una traducción precisa, y que se debería haber traducido: "endemoniado", o "tener demonios".
También muchos equívocos resultan del uso de la palabra "poseído", pues este término sugiere una posición total. En este sentido, un cristiano nunca podría ser poseído por demonios; y no podría ser poseído por demonios, porque su dueño es Cristo.
1º Pedro 1:18 y 19. Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
1º Corintios 6:19 y 20. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Por que habéis sido comprados por precio; glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. Amén.
El cristiano debe considerar siempre a los demonios, como invasores innecesarios e indeseables. Un invasor es una persona, que ilegalmente y a hurtadillas, se apodera del territorio de otro. Los invasores pueden continuar prácticas ilegales, hasta cuando se les confronta, y se le reta con base en los derechos legales del propietario.
Jesús, con su sangre, compró al creyente y le ha hecho un mayordomo de su propia vida. El diablo no tiene ningún derecho legal sobre él, y por tanto, corresponde al creyente defender sus derechos.
Santiago 4:7. Someteos pues a Dios, resistid al diablo y huirá de vosotros. Amén.
Ningún demonio puede quedarse, cuando un cristiano desea seriamente que se vaya. Los demonios, consideran el cuerpo de la persona donde viven, como su "casa".
Mateo 12:43 y 44. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla entonces dice: volveré a mi casa de donde salí.
No es raro que los demonios hablen, a través de la persona a quien se está liberando: Marcos 1:23 y 24. A menudo he escuchado a los espíritus del mal declarar: esta es mi casa. Se refieren al cuerpo de la persona, y pretenden engañar a la persona y al ministro que hace la liberación, haciéndoles pensar que tienen derecho a ese cuerpo.
Pero ningún demonio puede sustentar tal pretensión. Todos los demonios son mentirosos y son engañadores. Los demonios no tienen ningún derecho, a los cuerpos redimidos por la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Cuando a los demonios se les ordena salir de una persona, a veces alegan: "he estado aquí por mucho tiempo"; como si la tendencia o la ocupación, les diera derecho al cuerpo de la persona.
Al cristiano se le debe asegurar, que ningún demonio tiene derecho real, para habitar su cuerpo. En el nuevo testamento se llama a los demonios 25 veces: espíritus inmundos. El término "inmundo", es la misma palabra para designar a ciertos animales, que los israelitas no podían comer: Hechos 10:11 a 14.
El cerdo era uno de esos animales "inmundos". De acuerdo con la ley del antiguo testamento, no se podía comer ni siquiera tocar. El nuevo testamento levanta esa prohibición, al demostrar que estas criaturas eran como tipos espirituales.
Colosenses 2:15 a 17. Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo. Amén.
La versión ampliada de este pasaje que se acaba de citar, dice así:
Dios desarmó a los principados y potestades, que se habían levantado contra nosotros, e hizo un espectáculo y un ejemplo público, al triunfar sobre hechos por medio de Cristo, en la cruz. Por tanto, nadie tiene derecho a sentarse para juzgarte en materia de alimento, y de bebida, o con respecto a los días de fiesta, o a los días de luna nueva, o al día de reposo. Tales cosas, son sólo la sombra de las cosas que han de venir, y tienen únicamente un valor simbólico. Pero la realidad, la sustancia, el hecho sólido de lo que antes se mostraba como en sombra, el cuerpo de todo esto, pertenece a Cristo. Colosenses 2:15 a 17; versión ampliada.
Como tipo espiritual, el cerdo es en el campo natural, lo que el espíritu demoníaco es en el campo espiritual. Como los israelitas celosos se protegían a sí mismos, del contacto con los cerdos, el cristiano se debe guardar a sí mismo, de todo contacto con los espíritus del mal.
¿Qué haría usted, si una manada de cerdos inmundos entrara a su sala, y comenzara a apoderarse de su casa? ¿Permitiría tal cosa? ¿No les prestaría ninguna atención, con esperanza que pronto saldrían por sí solos? ¿O procuraría limpiar la suciedad, tan rápido como la hicieran?
Con certeza que usted no haría ninguna de estas cosas. Usted les echaría tan rápidamente y tan sin contemplaciones como le fuera posible. Y ésta debe ser nuestra actitud hacia los espíritus demoníacos. Tan pronto como son descubiertos, deben ser expulsados
Cada uno de los cuatro evangelios, relatan el evento cuando Jesús limpió el templo. Este describe una imagen fuera de lo común, de nuestro Señor. Estaba lleno de una justa indignación, por lo que había encontrado en el templo. No era tiempo de palabras; era tiempo para la acción y comenzó, personalmente y en forma decidida, a limpiar el templo del todo cuanto lo ensuciaba.
Esta es una ilustración para limpiar nuestros cuerpos, que son templos del Espíritu Santo, de todo lo que es inmundo. Los espíritus demoníacos no proporcionan nada bueno, solamente ensucian. No deben tener más sitio en nosotros que aquel que, en el templo terrenal, tenían el ganado, las aves y los cambistas. Podemos obrar con la misma autoridad con que Jesús limpió el templo, y liberarnos a nosotros mismos de los espíritus inmundos que nos ensucian. Jesús no hizo ningún discurso, ni tuvo ninguna discusión con quienes ensuciaba el templo, simplemente los expulsó.
Tan irrazonable como puede parecer, algunos cristianos no están dispuestos a liberarse de los demonios que les habitan, como se podría suponer. Algunos, inclusive, se avergüenzan de admitir la necesidad de la liberación. La vergüenza no debería resultar de tener espíritus, sino de la demora en actuar prontamente para sacarlos. Otros han caminado de acuerdo con ciertos espíritus, durante tan largo tiempo, que no quieren cambiar.
En realidad, no todos los cristianos desean vivir existencias de pureza y santidad. Hay otros que se han hecho amigos de los cerdos; pero inclusive el hijo pródigo volvió en sí, mientras estaba con la piara; y decidió separarse de los cerdos y volver a su padre. Oremos para que todos los hijos de Dios, que conviven con los rebaños espirituales de cerdos, vean que hay una vida mejor.
Un científico investigador en bioquímica, me habló de un experimento en que trabajaba. Su objetivo era aislar e identificar los factores responsables de los olores que hay en las porquerizas. Al determinar la causa del olor de los cerdos, entonces le sería más fácil encontrar un antídoto. De esta manera, los cerdos podrían ser más compatibles con la sociedad humana.
Pero nuestro objetivo no es tener compatibilidad con los espíritus demoníacos. No estamos buscando mejores maneras, para hacer más fácil vivir con demonios, sino cómo liberarnos de ellos. ¡No queremos cerdos en nuestras salas!
Amén
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