martes, 13 de enero de 2015

CONOCER PARA CRECER




¿Cómo podrá un joven portarse rectamente? Viviendo de acuerdo a tu palabra. 
(Salmos 119:9)

ADOLESCENTES... ¿CUANDO EMPEZAR A EDUCAR? 

No son chicos, tampoco son grandes. Se molestan cuando uno los trata como nenes, les da consejos o sugiere algo... ¡quieren ser grandes!
Pero no asumen responsabilidades, no demuestran interés, ni quieren vivir como adultos. ¡Son ellos! Los adolescentes. No son una “especie” en extinción, al contrario. Es una etapa que nuestra sociedad posmoderna consagra, sin darles la salida, ni permitirles crecer y desarrollarse integralmente como personas.

Por eso necesitamos, CONOCER para CRECER...

Francoise Doltó, psicóloga francesa, en su libro “Palabras para Adolescentes o El complejo de la langosta”, caracteriza esta etapa como tal. Los langostinos de mar, cuando cambian el caparazón pierden primero el viejo y quedan sin defensa por un tiempo, hasta fabricar uno nuevo. Durante este tiempo se halla en gran peligro. Para los adolescentes viene a ser la misma cosa. Y fabricar un nuevo caparazón cuesta lágrimas, dolor y sudor de parte de todos. En las aguas del langostino sin caparazón hay casi siempre un congrio,  es un pez parecido a la anguila,  que acecha, listo a devorarlo. ¡La adolescencia es el drama del langostino! En esta etapa de la vida son totalmente vulnerables a los peligros internos y externos. Internos puede ser aquel niño que está dentro y que no quiere crecer, para no perder la protección de sus padres; o aquel niño colérico que cree que llevándose todo por delante, “comiéndose” al adulto se vuelve adulto. Externos son esos adultos peligrosos, a veces aprovechadores, que dan vuelta a su alrededor porque los sienten vulnerables. Nuestra sociedad de consumo que les muestra de todo, sin discriminar, ni advertirles de ciertos peligros, ofreciéndoles droga, sexo libre, alcohol, violencia y tantas otras cosas que a través de los medios nos empiezan a resultar comunes y normales, cauterizando nuestra conciencia, nuestra moral, nuestros principios.

Así viven de alguna manera nuestros adolescentes este tiempo de cambio, siendo totalmente vulnerables por todo lo que nos rodea en esta etapa de la vida.

Los niños bellos, cariñosos y alegres de ayer se convierten en muchachos y chicas huraños, quejosos, tristes o introvertidos. ¿Qué sucede con los adolescentes de hoy? ¿Por qué son tan rebeldes? ¿Tan descorteses? ¿Tan aburridos consigo mismo y desinteresados en la vida? Todo lo que quieren hacer, aparentemente, es andar con una banda de amigos y escuchar música a todo lo que da.

Los adolescentes siempre fueron rebeldes, en una u otra medida. Siempre han sido descorteses, indiferentes a los adultos y difíciles de conformar. Recuerde por un momento su adolescencia. Su mamá se quejaba por las cosas desordenadas, por el tipo de ropa que usaba. Su papá le pedía que baje la música, etc. El conflicto entre los padres y sus hijos adolescentes está documentado en toda la historia.

Sí, dice usted, tal vez siempre haya habido conflictos, pero hoy las cosas están peor que nunca. A propósito de esto, preste atención a la siguiente frase: “No veo esperanza para el futuro de nuestro pueblo, en tanto dependa de la frívola juventud de hoy, pues todos los jóvenes son increíblemente imprudentes... Cuando yo era niño se nos enseñaba a ser discretos y respetuosos con los mayores, pero los jóvenes de la actualidad son demasiado avisados y la sujeción los impacienta”. ¿Sabe quién dijo esto? Hesíodo en el siglo VIII antes de Cristo. Por lo tanto, no hay duda que podemos asegurar que desde la antigüedad y a través de los siglos ha existido este conflicto.

Los problemas son una parte muy normal del crecimiento de los jóvenes. Aquel niño hermoso, cariñoso, considerado y obediente que usted conoció. ¡No tiene retorno! Por eso, es importante informarnos e interesarnos en cómo poder ayudarlos y empezar a entender qué es lo que está necesitando.

Ayudarlo en esta etapa definitoria del crecimiento tiene que ver con lo que hicimos antes de llegar a ella. ¿No podemos educar a nuestro hijo adolescente? ¿Nuestra autoridad se ve cuestionada? Claro que sí, es parte del desafío que le representa esta edad, pero aún así debemos seguir poniendo límites, porque es lo que ellos siguen necesitando y pidiendo a pesar de que manifiesten lo contrario.

¡Pero empecemos antes! La responsabilidad no nace en la adolescencia, la capacidad de elegir no nace en la adolescencia, la independencia no nace en la adolescencia...Allí se manifiestan. Allí comienza a brotar. Allí empieza a crecer y desarrollarse desenfrenadamente... ¿hacia dónde? ¡Eso es los que nos preocupa a padres, docentes y líderes que trabajan con ellos!

Como todo brote eso va a depender de las medidas que hayamos tomado antes, va a depender de haber tenido en cuenta qué sembramos en nuestros hijos desde su niñez temprana, va a tener que ver con aquellos “tutores” que hemos elegido para ayudar a nuestra pequeña planta, antes de que se convierta en árbol.

Muchos padres llegan a la escuela preocupados por sus hijos a la edad de 11 o 12 años o pensando en prever el fracaso en su ingreso a la escuela secundaria y buscando un ambiente que sea contenedor para su hijo en esta etapa y muchas veces... ¡¡se llega tarde!!

Preocuparnos por comprender la situación difícil que atraviesa el adolescente es muy importante, tratar de entenderlo y mantener un diálogo fluido con ellos también. Pensar en la educación, en los amigos y en el contexto en donde transite esta etapa difícil, es fundamental.

Sobre todas las cosas, necesitamos prever. Como decíamos antes, cuando todavía son niños bellos, cariñosos y alegres, que se deslumbran por todo lo que hace papá y mamá como “superhéroes”, ése es el tiempo para hablar, porque aún nos escuchan. Es el tiempo para medir bien cómo invertimos las horas con nuestros hijos. Es el tiempo para pensar en qué ámbito están creciendo, con quiénes se están relacionando en la escuela, qué amistades están formando, qué valores están recibiendo de sus docentes.

¡Éste es el tiempo de cuidar nuestra planta y afirmar sus tutores! Para que cuando surja el brote vertiginoso que lo lleva a convertirse en árbol, hayamos puesto bases firmes.

Vamos a transitar la turbulencia de la edad... ¡es un proceso inevitable en padres e hijos! Vamos a ver al árbol agitarse con el viento, sufrir los rayos penetrantes del sol del verano, soportar el frío crudo del invierno; pero si desde la niñez hemos atendido qué semillas plantamos, qué valores fundamos, qué amistades y líderes los influyeron, podremos disfrutar al contemplar sus frutos y luego sí, descansar bajo su sombra.

BENDICIONES

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