domingo, 1 de junio de 2014

¿DIOS TENDRA UN PRECIO?


¿Cuánto pagaría usted por los recortes de uña de otra persona? ¿Y por un frasco de cucarachas? Quizás una papa frita con el aspecto del logo de Nike lo motive a hacer una inversión monetaria. Cada uno de estos artículos está a la venta en el famoso sitio de subastas, eBay. Si el éxito de eBay no nos ha dejado ninguna otra lección, al menos ha revelado que la gente está dispuesta a pagar por cualquier cosa. En ocasiones, incluso están dispuestos a pagar por nada. De hecho, varias personas han anunciado que no tienen "nada" que vender y, aunque resulte inexplicable, algunos han expresado su deseo de comprar nada. Tal como lo declara el anuncio de la compañía, sea lo que sea que usted busque, no topará con problemas de encontrarlo en eBay, ¡aun cuando eso se trate de nada!

TODO TIENE UN PRECIO
Lo que permite a una sociedad de consumo seguir funcionando es la convicción de que es posible asignarle a todo un valor económico, aun a una papa frita o a los recortes de uña de una persona. Cuando se le asigna a algo un valor, eso se convierte en producto. El valor asignado no sostiene ningún vínculo con lo que en realidad es el objeto, sino con el importe por el que puede intercambiarse. En una economía de subsistencia, por ejemplo, un agricultor valora el arroz que cultiva porque ese grano le permite alimentar a su familia. Esa valoración del arroz está ligada a sus propiedades nutritivas. Cuando el agricultor cultiva más arroz de lo indispensable, sin embargo, puede cambiarlo por ropa, herramientas u otros recursos que cubran las necesidades que posea. El agricultor ya no valora el grano por sus propiedades esenciales, sino por los elementos con los cuales consiga intercambiarlo. Ya no posee un valor intrínseco, sino asignado. Es decir, el arroz se ha convertido en un producto.

Con el pasar del tiempo el sistema capitalista ha exigido nuevas fuentes de riqueza. Elementos que, en otros tiempos, se consideraban mas allá de la explotación económica ahora también han llegado a ser productos. En Cochabamba, Bolivia, por ejemplo, una compañía americana no solamente logró con éxito privatizar el agua, sino que también consiguió cobrar por la recolección del agua de lluvia. Una protesta masiva de los pobres eventualmente llevó a que se anulara este descarado comercio.

¿CUAN UTIL ES?
El problema en la cultura de consumismo no es el espíritu mercantilista que lo controla, sino el hecho de que no quedan esferas de la vida que este espíritu no consiga afectar. Hemos cedido frente a la idea de que absolutamente nada en la vida posee un valor intrínseco. Creemos que algo posee valor solamente en la medida que nos resulte útil.

Con tristeza vemos que ahora esta convicción también incluye a las personas. Los índices de divorcio han subido de manera alarmante a medida que las personas entienden el matrimonio como una relación descartable. Cuando a alguien ya no resulta útil, su cónyuge puede abandonarlo o reemplazarlo por otro u otra.

El aborto, que es la interrupción de un embarazo indeseado, se considera moralmente aceptable porque un niño que no ha nacido no es aún persona. La etiqueta de"persona"se ha reservado para aquellos que ya poseen alguna utilidad para la sociedad.

La pornografía, la prostitución y el tráfico de niños es el resultado de convertir el sexo en un producto comercial. Las personas de nuestra sociedad pueden mostrarse horrorizadas ante las barbaries del comercio de esclavos o del holocausto, pero la verdad es que el espíritu que convierte a seres humanos en productos ha cobrado hoy más fuerza que nunca antes.

NI DIOS SE SALVA
La reducción aun de lo sagrado en un producto comercial ayuda a entender por qué mostramos tan poca reverencia por Dios. En una cultura de consumo no se le asigna a Dios valor alguno fuera del beneficio que pueda otorgarnos. Lo consideramos una herramienta que utilizamos, una fuerza que controlamos, un recurso que saqueamos. Le asignamos un valor (el significado literal de la palabra «adorar») no por lo que él es, sino por lo que puede lograr por nosotros.

Cristian Smith, sociólogo en la universidad de Notre Dame, dedicó cinco años a investigar la vida espiritual de los adolescentes en la sociedad americana. Concluyó que la mayoría de ellos (incluyendo los que asisten a una congregación) creen en el DTM: El deísmo moral y terapéutico. Smith explica:
Al hablar de "moral" me refiero a la convicción de que deben ser buenos y simpáticos… La palabra "terapéutico" significa que principalmente se preocupan por su propia felicidad, en lugar de estar enfocados en aprender la obediencia o el servicio hacia los demás. El "deísmo" significa que consideran que Dios es un ser distante e irrelevante para la vida. Solo debemos consultarlo cuando uno lidia con un problema para resolverlo. En otras palabras, Dios funciona como una combinación de mayordomo divino y terapeuta cósmico.

Smith cree que muchos adolescentes poseen esta perspectiva egocéntrica acerca de Dios porque la mayoría de los adultos que los rodean también lo ven así.

El espíritu mercantilista de la época ha llevado a muchos a creer que Dios es más un bien para usar que el Creador todopoderoso a quien debemos reverenciar. Esto también nos ayuda a entender por qué abunda, en nuestro lenguaje, las palabras insignificantes acerca de su persona. ¿Acaso nos sorprende que un mayordomo divino no invoque, entre nosotros, un silencio reverente? ¿Por qué la necesidad de moderar las palabras si uno está en presencia de un terapeuta cósmico? El dios del cristianismo consumista no inspira temor y asombro, porque no es más que un bien que nos ayuda a alcanzar la satisfacción y la realización personal.

No ha de sorprendernos, tampoco, que nuestra definición de quién es Dios coincida con muchas de las mismas convicciones que nosotros ya poseemos. Él ama a las mismas personas que nosotros amamos y rechaza a los mismos grupos que nosotros rechazamos.

El resurgimiento del evangelio de la prosperidad es un buen ejemplo de esta tendencia. La revista Time en un intento por responder a la pregunta "¿Quiere Dios que usted sea rico?", cita a la popular autora Joyce Meyer: "¿Quién quiere ser parte de una religión donde uno sufre miserias, es pobre, está quebrantado o es feo, cuya única propuesta es que intente manejar las cosas como pueda hasta que llegue al cielo?" Y Meyer no se equivoca. ¿A quién le puede interesar relacionarse con un Dios incontrolable, misterioso y santo cuando uno puede contar con un genio divino con solo frotar la Biblia?

ESCAPAR DEL CONSUMISMO
Para escapar de esta distorsionada visión acerca de Dios, necesitamos romper con los parámetros de una cultura consumista, para que así logramos recuperar la perspectiva de un ser que es mucho más grande que nuestras circunstancias. Nuestra imaginación puede recobrar su capacidad de asombro ante el Infinito si logramos dejar de pensar solamente en los beneficios que Dios pueda ofrecernos para nuestra propia vida. Esto exige que le demos la espalda a la cultura evangélica que tanto ha comerciado con la persona de Dios, para contemplar en silencio la magnificencia de su persona.

Imagine de qué manera cambiaría nuestra visión si escogiéramos apagar, por un instante, la radio cristiana para caminar en una tormenta de truenos. ¿Qué ocurriría si descartáramos nuestro libro de auto ayuda y nos sentáramos por una hora a la orilla del mar? ¿Qué aprenderíamos acerca de nosotros y la vida si dejáramos por un momento nuestro grupo de estudio bíblico y nos reuniéramos al aire libre, en una noche estrellada, para contemplar la inmensidad de los cielos?

No cabe duda de que la creación solo expresa una parte del carácter de nuestro Dios, pero esa perspectiva resulta fundamental para nuestro concepto de quién es él. Esto mismo señala el apóstol Pablo: "desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado" (Romanos 1:20). Reconocer el carácter eterno de Dios es la decisión que más contribuye para que nos liberemos de esa tendencia de convertirlo en un bien por consumir. Este reconocimiento no debe ser intelectual, sino afectivo. Una correcta visión acerca de Dios comienza cuando comenzamos a percibir que somos seres con una proyección infinita.

BENDICIONES

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