domingo, 25 de mayo de 2014

Dos opciones: Pablo perdió la cabeza, o descubrió el secreto de un ministerio eficaz

 
Los conceptos que han echado raíz en la Iglesia en los últimos cincuenta años tornan incomprensibles las palabras de Pablo: "me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Corintios 12:10). 
Yo me sentiría mucho más cómodo si el apóstol hubiera cambiado la palabra "complazco" por "soportado". Es decir, para que el poder de Cristo se manifieste en mi vida estoy dispuesto a soportar toda clase de dificultades. Es que soy bien conocedor de cuánto cuesta aceptar las dificultades que son un ingrediente inseparable de la vida. En medio de las pruebas lucho con el desánimo, el fastidio, la auto-conmiseración y la fatiga. Me esfuerzo por cultivar una actitud que honra al Señor, pero no siempre logro ese objetivo.


¿Si a mí tanto me cuesta, cómo es que Pablo puede decir que se "complace" en privaciones? ¿Será que existe aquí algún error de traducción? Acudo a un Léxico del Nuevo Testamento y descubro esta definición de la palabra griega: Deleitarse en, complacerse en, estar contento o satisfecho, preferir, decidir, escoger.  
Descarto la opción de un error de traducción. El apóstol estaba afirmando que, si dependiera de él, preferiría una vida repleta de fragilidades, insultos, privaciones, persecuciones y angustias, a una vida de fortaleza, armonía, abundancia, adulación y euforias. ¿Cómo se puede entender semejante locura?La verdad es que no se puede comprender. La frase se resiste al análisis, pero no a la experiencia. Pablo había comenzado a percibir un patrón en su vida. En cada situación donde se encontraba en dificultades la gracia de Dios se había manifestado con mayor intensidad. Y quien ha gustado de la gracia de lo Alto ha comprobado que nos permite avanzar en desafíos en los que la carne no adelanta siquiera un centímetro. Por lo que había vivido el apóstol podía afirmar, sin temor a equivocarse, que ser debilitado era lo mejor que le podía pasar en el ministerio.

¡Qué lástima que perdemos tanto tiempo tratando de disimular o esconder nuestra condición frágil! Cuánto más esfuerzo invertimos en esconder nuestra verdadera condición, más se apaga en nosotros la gracia que tanto necesitamos para llevar adelante los proyectos de Dios. Pregunto yo… ¿No será hora de que nos deleitamos en, complazcamos en, estemos contentos o satisfechos, prefiramos, decidamos por, escojamos el camino de la debilidad? ¡Quién sabe lo que puede llegar a ocurrir en los ministerios que se nos han confiado!

BENDICIONES AMADOS AMIGOS Y HERMANO/AS EN CRISTO JESUS

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