Entonces clamaron a Jehová y dijeron: "Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni nos hagas responsables de la sangre de un inocente; porque tú, Jehová, has obrado como has querido". Tomaron luego a Jonás y lo echaron al mar; y se aquietó el furor del mar. Sintieron aquellos hombres gran temor por Jehová, le ofrecieron un sacrificio y le hicieron votos.
Jonás 1.14–16
Hemos estado mirando la vida de este siervo involuntario del Señor, Jonás.
Su vida como profeta no comenzó con el aire romántico que a veces queremos atribuirle a los que sirven a Dios.
No le gustó la misión que se le había dado; creyó estar a salvo huyendo de su presencia y, cuando todo estaba perdido, decidió echarse al mar para acabar de una buena vez con el asunto.
No tenemos en este cuadro la imagen de un líder consagrado e inspirador, cuya vida ejemplifica la calidad de servicio que queremos que nuestra gente imite.
Lo increíble de este relato es que Dios usó a este hombre a pesar de sus actitudes y comportamientos.
En el pasaje de hoy notamos dos resultados de la crisis de Jonás.
En primer lugar, los marineros reconocían que Jehová había hecho como él quería.
No es poca cosa este descubrimiento.
Existe una declaración implícita de la soberanía de Dios sobre todo, hallazgo que es indispensable para dar el paso de someterse a sus designios.
En segundo lugar, al echar al mar a Jonás, vieron que las palabras del "profeta" habían sido acertadas: las aguas inmediatamente se aplacaron y sobrevino una gran calma sobre la castigada embarcación de los marineros.
Este acontecimiento llevó a que aquellos hombres temieran a Jehová, le ofrecieran sacrificios, e hicieran votos.
Somos testigos, entonces, de la conversión de estos hombres paganos, que han comprobado que la manifestación de poder de Jehová es superior a la de cualquier dios que jamás hayan conocido.
El incidente debe animar el corazón de todos los que estamos sirviendo al pueblo de Dios en diferentes ministerios.
La lección es clara. El Señor se ha propuesto bendecir a los que él desea.
Nosotros somos invitados a colaborar con este proyecto celestial y muchas veces nos es concedido el privilegio de ser sus instrumentos.
Lo que es especialmente digno de notar, sin embargo, es que el Señor a veces bendice ¡a pesar de nuestros esfuerzos! Cometemos errores, desobedecemos, a veces hacemos las cosas de mala gana; a pesar de todo esto su gracia se derrama y el pueblo es bendecido de todas maneras.
¿Cómo no agradecerle esta sobreabundante manifestación de gracia? No es para que digamos: "la verdad, no importa cómo hagamos las cosas porque igualmente él va a lograr su cometido".
De ninguna manera, pues es esta la más pobre manifestación de servicio.
Hemos sido llamados a la excelencia y a eso debemos aspirar.
No obstante, nos alivia el corazón saber que nuestras debilidades y flaquezas están cubiertas por su gracia. ¡Bendito sea su nombre!
Medita esto:
"No puedes ser demasiado activo en lo que a tus propios esfuerzos respecta; no puedes ser demasiado dependiente en lo que a gracia divina respecta.
Haz todas las cosas como si Dios hiciera todo; depende del Señor siempre.
BENDICIONES
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