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Lee nuestra reflexiones y temas cristianos que te ofrecemos día a día para que puedas reflexionar sobre la palabra de Dios y poder ver la gracia de Dios, ven participa, comenta, reflexiona, comparte tus sentimientos... BIENVENIDO Y DIOS TE BENDIGA
viernes, 27 de junio de 2014
LA LINEA DEL CRISTIANISMO
jueves, 26 de junio de 2014
PON EN OBRA TU FE
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miércoles, 25 de junio de 2014
DESANIMO Y DESALIENTO
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martes, 24 de junio de 2014
VISIONES A TRAVES DE TUS SUEÑOS
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lunes, 23 de junio de 2014
DIOS ES AMOR
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domingo, 22 de junio de 2014
LA SUPERVIVENCIA DEL MAS APTO
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sábado, 21 de junio de 2014
LOS "FACTORES" SORPRESA
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viernes, 20 de junio de 2014
TRABAJANDO EN EQUIPO
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jueves, 19 de junio de 2014
PERSEVERAR HASTA LOGRARLO
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miércoles, 18 de junio de 2014
LA BENDICION DEL AMOR
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martes, 17 de junio de 2014
JESUS, NUESTRO FIEL AMIGO DE VERDAD
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lunes, 16 de junio de 2014
TERMOMETROS Y TERMOSTATOS
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domingo, 15 de junio de 2014
ALIMENTA TU FE Y LAS DUDAS QUE SE MUERAN DE HAMBRE
Hebreos 10:39. Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Si alimentamos nuestra fe, las dudas que tengamos empezarán a pasar hambre hasta que se mueran. Se dice que había un hombre que tenía dos perros que daban miedo con solo mirarlos. Uno era un doberman y el otro un pastor alemán como los de la policía. El doberman era atlético y rápido mientras que el pastor alemán era grande como un burro. El hombre tenía a cada perro en un extremo diferente de la casa para que no pelearan. En cierta oportunidad, un vecino le preguntó qué sucedería si ambos perros se enfrentaban. ¿Cuál creía él que ganaría la contienda? El hombre sin dudarlo respondió: "El que esté mejor alimentado".
Así nos ocurre a nosotros. Tenemos la opción de darle de comer a la fe o a las dudas. Alimentamos la fe cuando vamos a la iglesia, nos unimos con amigos cristianos, hacemos preguntas en la congregación, leemos la Biblia y otros buenos libros. Alimentamos las dudas cuando andamos con quien no debemos, faltamos a la iglesia, escuchamos demasiado a personajes de los medios, nos rebelamos por popularidad y no separamos un tiempo devocional. El problema es que siempre llega la pelea de los perros y en esa ocasión ganará el que esté mejor alimentado.
Preguntate esto:
¿A quién estoy alimentando? ¿Qué puedo hacer para alimentar la fe?
"Querido Rey, hoy quiero comprometerme a alimentar la fe y no a las dudas. Ayúdame a afianzarme en mis convicciones y mi identidad cristiana".
BENDICIONES
sábado, 14 de junio de 2014
ENTRENANDO PARA LLEGAR ALA META
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viernes, 13 de junio de 2014
REACCIONANDO ANTE LOS FRACASOS
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jueves, 12 de junio de 2014
DIOS, EL GRAN ARQUITECTO Y DISEÑADOR
Que el hombre no tenga un control total de su imaginación y pensamientos es muy curioso. Si su mente es parte de su ser, ¿por qué no la puede controlar sino muy parcialmente?. Pero tampoco puede controlar la mayoría de las funciones de su cuerpo. El funcionamiento de casi todos sus órganos es automático e independiente de su voluntad. Es más, ni siquiera es consciente de muchos de ellos ¿Quién sabe lo que está ocurriendo en su hígado o en sus riñones en este momento? ¿O qué procesos se llevan a cabo en su estómago o en sus pulmones? Cabría preguntarse: Si son parte de su cuerpo, ¿cómo es que funcionan sin su permiso?
¿Quién sabe lo que está ocurriendo en su hígado o en sus riñones en este momento? ¿O qué procesos se llevan a cabo en su estómago o en sus pulmones? Pero ¿qué pasaría si dependiera de su atención y de su voluntad el funcionamiento de sus órganos: el latido de su corazón, la secreción de jugos gástricos, etcétera? Olvidarse tan sólo de una de esas funciones podría serle fatal. Los recién nacidos y los niños morirían rápidamente. Por eso Dios en su infinita sabiduría hizo que el funcionamiento de los procesos internos que nos mantienen en vida no sólo a nosotros sino a todos los seres vivos fuese independiente de nuestra atención y de nuestra voluntad.
Nosotros gobernamos felizmente sólo una pequeña fracción de las funciones y capacidades de nuestro cuerpo, principalmente los llamados músculos estriados de la cara, boca, cuello y el resto de los miembros, que controlan los movimientos de brazos, piernas, nuestro caminar, etcétera. Pero en nuestras células se producen a cada instante millones de transacciones químicas y de otro tipo, un hormiguero de interacciones constantes que ocurren sin que ni siquiera sepamos en qué consisten.
Igual pasa con nuestra mente. Nos atraviesan cantidades de pensamientos, algunos indeseables, otros agradables, sin que podamos hacer nada para detenerlos. ¿Cómo detener el flujo constante de pensamientos en nuestra mente? Se requiere de una disciplina difícil de desarrollar.
Así pues el hombre es señor de solo una pequeña parte de su ser. Todo el resto lo controla Dios o está ligado a factores aleatorios o desconocidos de su naturaleza. Lo único que le es propio es su voluntad, porque ni siquiera sus sentimientos están bajo su control y aun la libertad de su voluntad está condicionada y limitada por las influencias del entorno, y por la debilidad de su carne. Desea esto o aquello que se presenta delante de sus ojos y no puede resistir a las solicitaciones de su sensualidad sin la ayuda de Dios.
En verdad, cuán acertada es la frase de David: "¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?" (Salmos 8:4) Somos tan limitados, pequeños e impotentes como el polvo de la tierra y, sin embargo, ese ser minúsculo dependiente de Dios se atreve a rebelarse contra su Creador.
El hombre habita en un cuerpo que es su morada terrenal sin llegar a poseerlo totalmente y algún día tendrá que dejarlo. Así como hay prendas de "lavar y usar", nuestro cuerpo es una prenda de "usar y enterrar". Sin embargo, a pesar de que es una morada provisional, el cuerpo es un organismo extraordinario, de una complejidad y perfección maravillosas en cuyos secretos la ciencia apenas está empezando a penetrar.
Dios se tomó el trabajo de construirlo (el cuerpo humano) minuciosamente en todos sus admirables detalles. Dios hizo de él una extraordinaria pieza de arte, a pesar de que nosotros lo usamos por muy poco tiempo, como esos aparatos de un solo uso que después de ser usados se descartan.
BENDICIONES
lunes, 9 de junio de 2014
LO BELLO DE NO TENER NADA
La bienaventuranza de no poseer nada.
Todo lo que Dios creó fue para que el hombre disfrutara de ello, para su bienestar, pero fue concebido en el entendimiento de que todo estaría subordinado a Él. En lo profundo del corazón de Dios ha habido siempre un sitio sagrado al cual solo Dios podía tener acceso. Allí estaba Dios, y afuera los mil dones que nos regaló. Pero el advenimiento del pecado ha producido complicaciones y aquellos dones han venido a ser instrumentos dañosos para el alma.
Las raíces de nuestro corazón han quedado reducidas a "las cosas", y no nos atrevemos a despojarnos de ninguna porque tememos que al hacerlo muramos. Las "cosas" han llegado a ser indispensables, algo que nunca debió haber ocurrido. Es a esa tiranía de las cosas a lo que Jesucristo se refería cuando dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mateo 16:24).
Al tiempo del nacimiento de Isaac, Abraham era un hombre bien entrado en años. Ese recién nacido representaba todo aquello que más apreciaba y amaba el anciano varón: las promesas de Dios, los pactos, las esperanzas de años y los sueños mesiánicos. Fue entonces cuando Dios intervino para salvar tanto al padre como al hijo.
"Toma a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré" (Génesis 22:2). Hubiera sido preferible que el propio hombre hubiese sido el que debía morir; habría sido mucho más soportable para el anciano. ¿Cómo podía sacrificar al muchacho? ¿Cómo se cumpliría la promesa que había recibido: "En Isaac te será llamada descendencia?" No obstante, se levantó muy de mañana para cumplir la demanda de su Dios. Él lo dejó marchar hasta que llegara el momento del que ya no podría revertir los hechos. "Basta ya, Abraham. Nunca fue mi intención que sacrificaras al muchacho. Lo que quise fue sacarlo del templo de tu corazón para poder estar yo mismo allí, sin que nada pudiera disputármelo. Quise corregir el mal que había en tu amor. Ahora puedo contar con tu hijo, sano y bueno. Regresa; he visto que no te has resistido a mi demanda".
Abraham era un hombre muy rico. Tenía bienes de toda clase. Tenía de todo, pero nada era suyo. Y ahora había aprendido que ni aun su hijo le era propio. Aquí aprendemos la dulce teología del corazón, la cual se aprende únicamente en la escuela del renunciamiento. Estoy convencido que después de esa amarga pero bendita experiencia, para Abraham las palabras "mí" o "mío" no tuvieron ya la misma significación que antes.La sensación del derecho de propiedad había desaparecido de su corazón. El mundo decía: "Abraham es un hombre rico", pero el anciano se sonreía. No podía explicarles la situación, pero él sabía que nada de lo que tenía era suyo. El verdadero tesoro estaba en su corazón, y era eterno.
El hábito de apegarse a las cosas de la vida es uno de los más peligrosos. El mismo hecho de ser tan instintivamente natural hace que rara vez reconozcamos el mal que causa, pero sus resultados son trágicos. A menudo no le damos nuestros tesoros al Señor porque nos parece que si lo hacemos corren peligro. Pero nuestro Señor no vino para destruir, sino para salvar, y todo lo que encomendamos a su cuidado estará seguro. La verdad es que no hay nada que esté realmente seguro si no lo encomendamos a Él.
De igual manera sucede con nuestros dones y talentos. Ellos son simples préstamos que Dios nos ha hecho, y jamás debiéramos suponer que son de nuestra propiedad. No tenemos derecho a atribuirnos méritos o derechos de propiedad de ninguna habilidad que tuviéramos, de igual manera en que no lo tenemos porque nuestros ojos sean azules o nuestro cuerpo robusto, "Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1 Corintios 4:7). Si buscamos a Dios y queremos seguir en pos de Él, tarde o temprano llegará el momento en que nos someterá a esta prueba.
No debemos olvidar que verdades como estas no se aprenden por medio de la repetición de palabras o "de memoria", como ocurre con las leyes de la física. Las verdades espirituales se aprenden por medio de la experiencia, de la vivencia. Si deseamos saber lo que son las bendiciones espirituales y sus consecuencias, debemos sentir en carne propia lo que experimentó Abraham. La antigua maldición no desaparece sin producir dolores. El tenaz y añoso avariento que tenemos en nuestro interior no se rinde ni muere acatando órdenes, sino que ha de ser arrancado, como se hace con la raíz de una maleza. Y nosotros, por nuestra parte, debemos resistirnos a demostrar lástima o compasión por nuestros sentimientos, sabiendo que ese deseo del propio beneplácito es uno de los más funestos de los pecados del corazón humano.
Bendiciones
domingo, 1 de junio de 2014
¿DIOS TENDRA UN PRECIO?
¿Cuánto pagaría usted por los recortes de uña de otra persona? ¿Y por un frasco de cucarachas? Quizás una papa frita con el aspecto del logo de Nike lo motive a hacer una inversión monetaria. Cada uno de estos artículos está a la venta en el famoso sitio de subastas, eBay. Si el éxito de eBay no nos ha dejado ninguna otra lección, al menos ha revelado que la gente está dispuesta a pagar por cualquier cosa. En ocasiones, incluso están dispuestos a pagar por nada. De hecho, varias personas han anunciado que no tienen "nada" que vender y, aunque resulte inexplicable, algunos han expresado su deseo de comprar nada. Tal como lo declara el anuncio de la compañía, sea lo que sea que usted busque, no topará con problemas de encontrarlo en eBay, ¡aun cuando eso se trate de nada!
TODO TIENE UN PRECIO
Lo que permite a una sociedad de consumo seguir funcionando es la convicción de que es posible asignarle a todo un valor económico, aun a una papa frita o a los recortes de uña de una persona. Cuando se le asigna a algo un valor, eso se convierte en producto. El valor asignado no sostiene ningún vínculo con lo que en realidad es el objeto, sino con el importe por el que puede intercambiarse. En una economía de subsistencia, por ejemplo, un agricultor valora el arroz que cultiva porque ese grano le permite alimentar a su familia. Esa valoración del arroz está ligada a sus propiedades nutritivas. Cuando el agricultor cultiva más arroz de lo indispensable, sin embargo, puede cambiarlo por ropa, herramientas u otros recursos que cubran las necesidades que posea. El agricultor ya no valora el grano por sus propiedades esenciales, sino por los elementos con los cuales consiga intercambiarlo. Ya no posee un valor intrínseco, sino asignado. Es decir, el arroz se ha convertido en un producto.
Con el pasar del tiempo el sistema capitalista ha exigido nuevas fuentes de riqueza. Elementos que, en otros tiempos, se consideraban mas allá de la explotación económica ahora también han llegado a ser productos. En Cochabamba, Bolivia, por ejemplo, una compañía americana no solamente logró con éxito privatizar el agua, sino que también consiguió cobrar por la recolección del agua de lluvia. Una protesta masiva de los pobres eventualmente llevó a que se anulara este descarado comercio.
¿CUAN UTIL ES?
El problema en la cultura de consumismo no es el espíritu mercantilista que lo controla, sino el hecho de que no quedan esferas de la vida que este espíritu no consiga afectar. Hemos cedido frente a la idea de que absolutamente nada en la vida posee un valor intrínseco. Creemos que algo posee valor solamente en la medida que nos resulte útil.
Con tristeza vemos que ahora esta convicción también incluye a las personas. Los índices de divorcio han subido de manera alarmante a medida que las personas entienden el matrimonio como una relación descartable. Cuando a alguien ya no resulta útil, su cónyuge puede abandonarlo o reemplazarlo por otro u otra.
El aborto, que es la interrupción de un embarazo indeseado, se considera moralmente aceptable porque un niño que no ha nacido no es aún persona. La etiqueta de"persona"se ha reservado para aquellos que ya poseen alguna utilidad para la sociedad.
La pornografía, la prostitución y el tráfico de niños es el resultado de convertir el sexo en un producto comercial. Las personas de nuestra sociedad pueden mostrarse horrorizadas ante las barbaries del comercio de esclavos o del holocausto, pero la verdad es que el espíritu que convierte a seres humanos en productos ha cobrado hoy más fuerza que nunca antes.
NI DIOS SE SALVA
La reducción aun de lo sagrado en un producto comercial ayuda a entender por qué mostramos tan poca reverencia por Dios. En una cultura de consumo no se le asigna a Dios valor alguno fuera del beneficio que pueda otorgarnos. Lo consideramos una herramienta que utilizamos, una fuerza que controlamos, un recurso que saqueamos. Le asignamos un valor (el significado literal de la palabra «adorar») no por lo que él es, sino por lo que puede lograr por nosotros.
Cristian Smith, sociólogo en la universidad de Notre Dame, dedicó cinco años a investigar la vida espiritual de los adolescentes en la sociedad americana. Concluyó que la mayoría de ellos (incluyendo los que asisten a una congregación) creen en el DTM: El deísmo moral y terapéutico. Smith explica:
Al hablar de "moral" me refiero a la convicción de que deben ser buenos y simpáticos… La palabra "terapéutico" significa que principalmente se preocupan por su propia felicidad, en lugar de estar enfocados en aprender la obediencia o el servicio hacia los demás. El "deísmo" significa que consideran que Dios es un ser distante e irrelevante para la vida. Solo debemos consultarlo cuando uno lidia con un problema para resolverlo. En otras palabras, Dios funciona como una combinación de mayordomo divino y terapeuta cósmico.
Smith cree que muchos adolescentes poseen esta perspectiva egocéntrica acerca de Dios porque la mayoría de los adultos que los rodean también lo ven así.
El espíritu mercantilista de la época ha llevado a muchos a creer que Dios es más un bien para usar que el Creador todopoderoso a quien debemos reverenciar. Esto también nos ayuda a entender por qué abunda, en nuestro lenguaje, las palabras insignificantes acerca de su persona. ¿Acaso nos sorprende que un mayordomo divino no invoque, entre nosotros, un silencio reverente? ¿Por qué la necesidad de moderar las palabras si uno está en presencia de un terapeuta cósmico? El dios del cristianismo consumista no inspira temor y asombro, porque no es más que un bien que nos ayuda a alcanzar la satisfacción y la realización personal.
No ha de sorprendernos, tampoco, que nuestra definición de quién es Dios coincida con muchas de las mismas convicciones que nosotros ya poseemos. Él ama a las mismas personas que nosotros amamos y rechaza a los mismos grupos que nosotros rechazamos.
El resurgimiento del evangelio de la prosperidad es un buen ejemplo de esta tendencia. La revista Time en un intento por responder a la pregunta "¿Quiere Dios que usted sea rico?", cita a la popular autora Joyce Meyer: "¿Quién quiere ser parte de una religión donde uno sufre miserias, es pobre, está quebrantado o es feo, cuya única propuesta es que intente manejar las cosas como pueda hasta que llegue al cielo?" Y Meyer no se equivoca. ¿A quién le puede interesar relacionarse con un Dios incontrolable, misterioso y santo cuando uno puede contar con un genio divino con solo frotar la Biblia?
ESCAPAR DEL CONSUMISMO
Para escapar de esta distorsionada visión acerca de Dios, necesitamos romper con los parámetros de una cultura consumista, para que así logramos recuperar la perspectiva de un ser que es mucho más grande que nuestras circunstancias. Nuestra imaginación puede recobrar su capacidad de asombro ante el Infinito si logramos dejar de pensar solamente en los beneficios que Dios pueda ofrecernos para nuestra propia vida. Esto exige que le demos la espalda a la cultura evangélica que tanto ha comerciado con la persona de Dios, para contemplar en silencio la magnificencia de su persona.
Imagine de qué manera cambiaría nuestra visión si escogiéramos apagar, por un instante, la radio cristiana para caminar en una tormenta de truenos. ¿Qué ocurriría si descartáramos nuestro libro de auto ayuda y nos sentáramos por una hora a la orilla del mar? ¿Qué aprenderíamos acerca de nosotros y la vida si dejáramos por un momento nuestro grupo de estudio bíblico y nos reuniéramos al aire libre, en una noche estrellada, para contemplar la inmensidad de los cielos?
No cabe duda de que la creación solo expresa una parte del carácter de nuestro Dios, pero esa perspectiva resulta fundamental para nuestro concepto de quién es él. Esto mismo señala el apóstol Pablo: "desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado" (Romanos 1:20). Reconocer el carácter eterno de Dios es la decisión que más contribuye para que nos liberemos de esa tendencia de convertirlo en un bien por consumir. Este reconocimiento no debe ser intelectual, sino afectivo. Una correcta visión acerca de Dios comienza cuando comenzamos a percibir que somos seres con una proyección infinita.
BENDICIONES